domingo, 15 de agosto de 2010

Salazar Paredes parece vislumbrar un acuerdo con Chile que pase por el trueque y la carencia de "soberanía" (ver a la derecha nuestra opinión)

vuelve a la carga Fernando Salazar. que se debe aceptar el canje. insistimos que no. que sería claudicar. ver nuestra opinión a la derecha

Tradicionalmente, se pretende una salida libre y soberana al Pacífico. Una solución que no sea soberana es considerada inaceptable. Chile alega que está impedido a ceder soberanía de cualquier parte de su territorio y, por tanto, ello imposibilita que nuestra pretensión sea atendible. Según esta limitación, nadie puede arrogarse la facultad de disminuir el territorio chileno. Ello se reflejó cuando Pinochet, que tenía la suma del poder durante la negociación de Charaña, tuviera que recurrir al resorte del canje territorial para viabilizarla.
Si Chile accediera a ceder una franja territorial al sur de la línea de la concordia, esta solución tropezaría con la posición peruana apoyada en el Protocolo entre Perú y Chile de 1929 que hace expresa referencia a los territorios bajo sus “soberanías”. La experiencia nos demuestra que Perú ha buscado este argumento para empantanar no sólo las soluciones, sino también las menciones a posibles soluciones, como es el caso de las reservas o declaraciones que efectuó después de apoyar las resoluciones sobre el tema en la OEA.
Así, el obstáculo que impide avanzar en la solución del problema marítimo es el concepto de soberanía territorial que cada uno de los tres tiene y cómo lo maneja. Bolivia aspira —y lo considera un derecho— contar con salida soberana. En más de cien años no ha podido conseguir que Chile acceda, como reparación histórica, la salida soberana. Cuando se avanzó en este aspecto, la consulta al Perú impidió el avance hacia la solución. En la negociación de Charaña, Chile estuvo llano a encontrar una solución, aunque tuvo condicionantes que Bolivia no quería, ni podía, en ese momento aceptar: canje territorial.
Si Bolivia pudiera poner a un lado, aunque sea momentáneamente, el tradicional concepto de soberanía, la solución podría estar más cerca de lo imaginable. Si Chile no tuviera en su derecho interno el obstáculo que le impide la enajenación de soberanía en territorio a ser cedido a Bolivia, la solución sería practicable. Si Perú hubiera dado su consentimiento en Charaña, hace más de un cuarto de siglo que el problema tal vez hubiera estado resuelto.
Chile añadió la exigencia de canje territorial como una forma de superar la limitación jurídica interna y viabilizar, desde su perspectiva, la solución. La aquiescencia del Perú talvez hubiera sido insuficiente por la exigencia chilena del canje territorial.
En las relaciones internacionales priman los intereses. El interés del Perú es obvio y legítimo, quiere recuperar lo que fue suyo antes de que ese territorio sea cedido a un tercero, aunque éste haya sido su aliado en la contienda bélica que dio lugar a nuestro enclaustramiento geográfico.
Más allá de la utopía integracionista, la historia nos enseña que la solución posible al problema marítimo boliviano no pasa por un asentimiento peruano que, por razones internas y —por qué no decirlo— patrióticas, está imposibilitado de darlo.
Sólo quedaría por examinar una posible solución bilateral entre Chile y Bolivia en la que cada uno, por su parte, debe tratar de vencer el escollo emergente del tradicional concepto de soberanía territorial, aspecto medular que aleja la posibilidad de una solución equitativa al problema. Ésta sería la premisa para llegar, efectivamente, a lo que el Ministro de Defensa de Chile califica como el gran momento para resolver el tema marítimo con Bolivia en base a “soluciones factibles y realistas que puedan satisfacer las aspiraciones bolivianas, pero a la vez cautelar los intereses chilenos”.
fesapabol@gmail.com
Internacionalista
Fernando Salazar Paredes

sábado, 14 de agosto de 2010

desde Los Tiempos Gonzalo Mendieta Romero se refiere a las RRII con Chile y la visita de Piñera en octubre venidero

Los guiños de personajes chilenos, así como la futura visita del Presidente Piñera, revelan que con Chile estamos en punto caramelo. En este asunto, el gobierno ha tenido respeto por la experiencia histórica --una excepción--, antes que por sus obsesiones.

Contra la más fiera tradición nacionalista, con cuyos motivos suele alinearse, Evo optó por una vocación “practicista”, en la jerga que dividía hace un siglo a pragmáticos e integristas. Lo muestra, por ejemplo, la orfebrería del Artículo 267 de la Constitución.

En él, se cuidó de demandar sólo el territorio que dé acceso al mar, sin señalar cuál. Así, a tiempo de conservar un pie en la historia, puso otro en las posibilidades. Es difícil, empero, mantener esa comodidad. Sólo una posición pública resuelta puede liderar una solución.

El Embajador Gutiérrez, relatando las negociaciones de 1975, quizá con el ojo en compota, decía de los chilenos: “… personas muy cordiales, muy simpáticas, dispuestas a todo en medio de los eufemismos que permite el lenguaje; en el fondo, y como conjunto nacional, duros y escurridizos, buscando soslayar lo que no sea absoluta y excluyentemente conveniente a Chile”.

Chile no es de las Hermanas de la Caridad, lo que no es traba para negociar, sabiéndolo. La demanda peruana en La Haya es la gran picazón de la cancillería chilena, a la que convienen sus últimos acuerdos con Ecuador y la adhesión boliviana --una vez abierto su apetito-- a la disputa por la delimitación marítima. Si se nos ofreciera una franja al norte de Arica, la postura peruana en La Haya nos afectaría: lo ha dicho antes Chile en voz alta, con razón.

No hay que ser águila para ver la táctica chilena de aislamiento del Perú. Y, sin embargo, Bolivia debe pensar en sí misma. Perú lo ha hecho siempre, tan fría y calculadamente como Chile. Claro que nuestros deseos no tienen que ser usados sólo como instrumento (Perú tiene la palabra si la salida pasara por territorio antes suyo).

Al tratar con Chile sucumbieron varios, pero las más duras negociaciones fueron de los gobiernos bolivianos con Bolivia. Chile, por eso, quiere un interlocutor boliviano con sustento y presume que lo tiene.

Banzer y Pinochet --mal que nos pese por sus credenciales-- llegaron al punto más cercano a un acuerdo. Si se reabre el debate del canje territorial, los potosinos podrían abundar en reacciones como las de estos días o las que el preacuerdo del Silala --ese globo de ensayo de la diplomacia-- provocó. La oposición agitaría las banderas del patriotismo para anotarle una derrota al gobierno. Quizás apócrifamente, se le atribuía a Walter Guevara afirmar que si Banzer llegaba a un acuerdo con Chile, “se quedaría treinta años”, razón suficiente para evitarlo. Los temores que ha desatado el gobierno pueden jugar, entonces, en su contra.

Para negociar internamente, además de lo que la rutina burocrática ordena (seminarios, medios, sondeos, etc.), el gobierno debería compartir, si aún puede, las mieles de una probable negociación triunfante, para atenuar sus riesgos. Es poco atractivo de aliado un régimen que, en menos de cinco años, ya se habitúa a apretar las clavijas a sus detractores; menos si su horizonte se amplía por el mar. Y aun así, ¿quién puede negar que el país precisa aliviar su trauma, archivando el arrobo de la frustración?

El mar fue siempre usado para acusar al régimen de turno. Los liberales lanzaron la arenga fácil contra Baptista por el Tratado de 1895, que era mejor que lo que aquéllos obtuvieron en 1904 y lo que Chile ofreció después. En 1920, los republicanos --rama disidente y plebeya del liberalismo-- acusaron al “practicismo” liberal, para concluir en una ineficaz petición a la Sociedad de Naciones. No ha sido fructífero abstraerse de la sicología nacional ni negar la constatación histórica.

La salida realista es necesaria, cuidando las palabras y los símbolos. Quizá esta máxima pueda ayudar a todos: “No hay límite a lo que el hombre puede hacer, en tanto le importe un comino quién se acredite el triunfo”.

El autor es abogado

domingo, 8 de agosto de 2010

Fernando Salazar aboga por Charaña como acuerdo básico para seguir negociando salida al mar (Ver nuestro comentario a la derecha)

El general Juan Emilio Cheyre, comandante del Ejército de Chile entre 2002 y 2006, ha declarado a La Tercera de Santiago: “Sin duda, el tema de Charaña es una solución que en su momento fracasó, pero que es viable, tiene lógica, hace sentido, supone beneficios para todas las partes… es viable porque satisface una aspiración boliviana. Debería estar basada en una compensación territorial y generar una complementariedad donde Perú también ganaría si abandona su tradicional lógica de que los intereses bolivianos no podrían ser satisfechos con territorios que en el siglo XIX pertenecieron a Perú. Tiene lógica porque no atenta contra los conceptos de soberanía. No se ceden gratuitamente, sino que en función de objetivos complementarios”.
Cheyre pone en mesa una alternativa que amerita ser analizada dentro de parámetros realistas, tomando como partida la negociación de Charaña de 1975 a 1978. Complementa sus declaraciones con una precisión certera: “Aspiraría a que Perú y su diplomacia no se constituyeran en un obstáculo para las soluciones y el mejoramiento de las relaciones entre Bolivia y Chile; que Bolivia aproveche las facilidades que de manera concreta le ha ofrecido nuestro país y que han fracasado porque hay un tercero (Perú) que se interpone con soluciones paralelas que terminan, por una parte, abortando la medida que se estaba tomando y, por otra, dándoles algo que tampoco es conveniente para ellos”.
Charaña, a pesar de sus actores y del momento político que se vivía en los tres países involucrados, fue una negociación boliviana que contó con una estrategia seria y decidida. Para el político acostumbrado a sacar réditos y no arriesgar nada en función del interés nacional o para el ciudadano común para quien la perspectiva histórica es aplastada por sus necesidades cotidianas, seguramente Charaña es una frustración más en nuestro anhelo de retornar al Pacífico. Para el profesional de las relaciones internacionales, Charaña tiene mucho de rescatable y sobre lo que se puede construir a futuro. También contiene errores muy grandes que deben ser tomados en cuenta en negociaciones venideras. Lo bueno y lo malo de Charaña es un componente valioso que no puede dese-charse.
Sea cual sea en el presente o en el futuro la estrategia marítima boliviana, es preciso tomar en cuenta las lecciones que dejó Charaña y mirar hacia el futuro con realismo y optimismo, con unidad de criterio y seguridad en los planteamientos. Ya son más de cien años desde que Chile nos sometió a un enclaustramiento geográfico y, a pesar de este largo tiempo, perdura el ideal colectivo de retornar al Pacífico. Charaña se inscribe dentro de ese ideal; no alcanzó la meta de resolver el enclaustramiento, pero se convirtió en un hito de esa búsqueda de mar. Charaña es un eslabón en esa cadena que busca romper el encierro; su mayor aporte es, tal vez, el haber concienciado mejor al país y a la comunidad internacional sobre el grave impedimento que atenta contra el desarrollo de Bolivia y contra la consolidación de la paz en la región. Fue un empeñoso proceso que resalta lo óptimo de una negociación pero también, y lo más importante, señala errores y criterios equivocados que nuestra diplomacia no debe repetir. En resumen, toda acción de política exterior boliviana en pos de su reintegración marítima no podrá, en el presente y en el futuro, ignorar lo que Charaña buscó, fue y no fue.

jueves, 5 de agosto de 2010

hace ya 11 meses habíamos publicado el siguiente artículo que tuvo repercusión relacionado con el tratado secreto entre Bolivia, Perú y Chile que JPF.

Mauricio Aira

Se ha puesto en el tapete “los tratados secretos” que surgen como resultado de la Guerra del Pacífico y que se tramitan y suscriben entre Chile y Perú para cerrarle el paso a Bolivia cuando llegado el caso demande una salida soberana al MAR. Veamos la opinión de los entendidos. Primero de Juan Pereyra Fiorilo que escribió sendos estudios sobre nuestra reivindicación marítima y que cita documentos de indudable factura para afirmar: en 1929, Chile firmó un pacto secreto con Perú (el veto de 1929) por el cual se repartió Arica para Chile y Tacna para Perú . Se señala que ni Chile ni Perú podrán, sin previo acuerdo, ceder a una tercera potencia (Bolivia) los territorios señalados. Carlos Mesa en ejercicio de la Presidencia de la República pronunció similar afirmación.

Por si alguno pone en duda que el tal acuerdo secreto existe nombramos a historiadores destacados, incluyendo algunos chilenos que lo testimonian: Roberto Querejazu Calvo que escribiera el libro más documentado y voluminoso Chile enemigo de Bolivia antes y después de la Guerra del Pacífico, Joaquín Aguirre Lavayén, Miguel Angel Di Cio, Horacio Andaluz, Ignacio López Merino, José Gamarra Zorrillo, además de Pereyra Fiorilo y Carlos Mesa mencionados arriba. No se puede poner en duda la existencia del acuerdo que como lo calificara acertadamente Walter Guevara Arce, “es la llave con que el Perú cerró las puertas de salida al mar (del candado) que nos puso Chile”.

Cuando los cívicos potosinos organizan la defensa de las aguas del rio Silala situado en la cordillera de Los Andes antes del “divortio aquarum” que divide los territorios y por tanto en pleno suelo boliviano, se advierte el traspié de la administración Morales que despliega a su canciller Choquehuanca con un discurso conciliador ante la tribuna patriótica de los potosinos. “No hay ningún acuerdo definitivo. Tenemos cuatro años para negociar. Lo preliminar siempre se puede mejorar” y otras explicaciones parecidas que han logrado el efecto contrario a tranquilizar, han alborotado más aún el profundo sentimiento anti-chileno de las masas, quéchuas y aymaras que viven a lo largo de la extensa frontera con Chile. La duda persiste, pese a las reuniones con delegados del gobierno y cuando se ha declarado una huelga de hambre para conseguir hablar con el Presidente éste anunció que los recibiría. Un ingrediente extra contiene la declaración del Presidente García “es posible que exista ya un acuerdo entre Chile y Bolivia” puesto que no se explica la beligerancia de Morales en contra de Perú y la docilidad y sumisión frente a Chile.

Naturalmente que García no menciona, ni tampoco el Canciller chileno la existencia del pacto secreto, aunque se extraña el primero de no tener noticia oficial alguna. “no hay nada acordado, son especulaciones” ha dicho Fernández al anotar que Chile nunca ha firmado pactos bajo la mesa “con cultura de otros países, no es cultura chilena” lo que constituye una gran mentira porque el secreto de 1929 existe y no es cuento y ello había sido nomás parte de la cultura chilena. Preocupado el Canciller Fernández no tanto por consideración a sus vecinos, sino por la oposición interna, la proximidad de las elecciones y las peticiones de informe que no tardarán en aparecer.

Lo que diga el Gobierno en el ámbito nacional no tiene, es de lamentar, la importancia esperada. Porque la Administración ha dicho tantas mentiras, ha pronunciado tantas declaraciones y juramentos que más tarde se han mostrado como medias verdades o como burdas maniobras para engañar al soberano, cansado de no poder confiar en su propio gobierno.

Es posible que Chile, como lo hiciera muchas veces a lo largo de la post guerra se haya comprometido y ofrecido territorios al norte de Arica, previa compensación con tierras de Potosí ricas en minerales y agua dulce. El célebre Abrazo de Charaña entre Bánzer y Pinochet fue otra burla sangrienta con la faja territorial ofrecida, no obstante que Perú había dado su plácet inicial sugiriendo soberanía compartida fue rechazada por Chile que hizo abortar la negociación . (1975) ¿cómo podemos seguir creyéndole si repite el cuento del tío sin pausa? Choquehuanca que ha confesado su ningún apego a la lectura debería hacer un esfuerzo y referirse al Libro Azul de Mesa Quisbert que contiene la problemática. La recomendación vale para Evo Morales, quién ha confesado que ni siquiera lee periódicos “salvo cuando me lo sugieren concretamente” es decir los titulares.

La reacción de García Belaúnde no tardó: “No dramatizar. Es evidente que Morales ha tenido expresiones poco hirientes contra Perú. Ello no es nuevo, ha venido sucediendo desde el inicio, lo sensible es que ha ideologizado su política exterior” En Chile y Perú existe el convencimiento del uso político de su enfrentamiento cuando tramitaba su Constitución, el Referéndum y ahora las Elecciones de diciembre. En todo caso algo se viene cocinando a espaldas del pueblo boliviano.

domingo, 25 de julio de 2010

Otra vez Los Tiempos nos advierte y van cincuenta del hundimiento de la cúspide cónica del Cerro Rico. Estudiarán la topografía y mendigarán ayuda it.

El Cerro Rico de Potosí está a punto de desmoronarse. Es tan frágil lo poco que todavía sostiene ese cascarón vacío que aún le da su emblemática forma cónica, que nadie deberá sorprenderse si un día de éstos el paisaje de Potosí se queda sin el mayor símbolo de toda su fortuna y sus infortunios.

Las advertencias sobre la posibilidad de que se produzca la catástrofe no son nuevas. Desde hace ya mucho tiempo que expertos en temas geológicos y sensibles al valor intangible pero inconmensurable, desde el punto de vista histórico y cultural del Cerro Rico, tratan inútilmente de llamar la atención sobre el riesgo. Todo en vano.

Tampoco sirve de algo saber que durante los últimos doce meses se ha incrementado en un 50 por ciento la frecuencia de los hundimientos. Indiferentes, aún sabiendo que uno de esos derrumbes puede ser el último y que sus cuerpos pueden quedar enterrados, diez mil mineros siguen entrando a diario al subsuelo para abrir con dinamita más socavones de los que extraen miles de toneladas de plomo, plata y zinc.

Ante tan dramática realidad, las autoridades del sector prefieren seguir minimizando el riesgo y descalificando como “alarmistas” a quienes temen lo peor. Sin embargo, y a pesar de su escepticismo, han decidido hacer algo al respecto. Publicarán durante los próximos días una convocatoria para un estudio topográfico y luego iniciarán gestiones para mendigar en el exterior los recursos necesarios para pagarlo. Se prevé que dentro de unos cuantos años estarán listos para decidir qué hacer.

tomando en cuenta el mayor interés se podría pensar en el arrendamiento de un territorio en Chile para operar el puerto. propone Salazar Paredes

Albert Einstein solía decir que un problema sin solución es un problema mal planteado. En alguna oportunidad ya sostuve que, aparentemente, esto es lo que pasa con el así denominado problema marítimo boliviano. No se trata de un problema de ayer, por lo tanto obsoleto, o de hoy, consecuentemente, efectivo, sino que es también un problema del futuro porque afectará necesariamente a dos países que, juntos, pueden tener un mañana mejor, en amistad, justicia, seguridad y desarrollo.

Tampoco es un problema sin solución, pues es un problema que debe tomar en cuenta el equilibrio de intereses tanto de Chile como de Bolivia dentro de un marco de racionalidad política que resulte en un pacto de largo alcance que permita la cooperación entre dos países que se complementan económicamente de cara hacia un futuro político compartido.


Definiendo el concepto de soberanía territorial, concebimos que un Estado sea soberano respecto de un territorio en la medida en que goza del derecho de cederlo a terceros. El calificativo de “soberano” se aplica tanto a un Estado que sólo tiene competencia para ceder dicho territorio a un tercero como a aquel otro que goza sobre el territorio en cuestión de todas las competencias que el derecho internacional le puede otorgar.


Por supremacía territorial se comprende los derechos o competencias territoriales que un Estado posee respecto del territorio de un Estado extranjero. Un Estado puede concertar un tratado con otro a fin de otorgarle competencias en un sector de su territorio y permitirle efectuar actos de autoridad en lo correspondiente a las competencias cedidas. En la práctica convencional es posible hallar ejemplos de arrendamientos, administraciones de territorio y otras figuras análogas. Existen casos en que un Estado ha transferido a otro el ejercicio íntegro de sus competencias respecto de un cierto territorio, reservándose sólo la facultad de su cesión a un Estado extranjero.


En Chile resulta difícil y complicado, aunque no imposible, que algún gobierno se anime a disminuir su territorio para entregar una parte a Bolivia. En el supuesto caso de que lo hiciese por la parte norte de su territorio (al sur de la Línea de la Concordia), entonces operaría la palanqueta peruana de 1929 que le permite terciar en la solución del problema bilateral y ejercer influencia en función de sus propios intereses.


Si el concepto de soberanía presenta problemas a Chile y Perú con relación al problema marítimo boliviano, el concepto de supremacía allana esos problemas puesto que ni el orden jurídico interno chileno o el artículo primero del protocolo de 1929 colisionan con el concepto de supremacía territorial.


Restaría, entonces, que Bolivia, como una aproximación a la consecución de su objetivo en materia de política exterior de retornar al Pacífico como un país con costa propias, admita considerar una solución al problema marítimo boliviano mediante un acceso útil, libre y con supremacía territorial al océano Pacífico.


Tal vez no sea la solución óptima que buscamos, pero sería un paso adelante hacia ella. No se trata de pragmatismo, que es algo que les gusta a los empresarios cuando plantean un enclave, soberano o no, con el fin de activar más el comercio. Se trata de ser realistas dentro de una nueva racionalidad política que tome en cuenta los intereses de ambos países en función de una solución, por ahora, sub-óptima y que, con el pasar del tiempo, podría convertirse en óptima. Dadas las actuales circunstancias que condicionan el problema, un planteamiento de “o todo o nada” no parece ser lo más aconsejable.


Internacionalista


Fernando Salazar Paredes

domingo, 11 de julio de 2010

fernando salazar sale por los fueros del derecho boliviano al mar, comentando "el zafarrancho inútil" que organiza Choque al frente de la Cancillería

Se ha armado un estéril zafarrancho debido a que, según “El Mercurio” de Santiago, el Presidente chileno “habría” mandado un mensaje, mediante el vicepresidente García Linera, al presidente Morales, indicando que La Moneda no está disponible para conversar sobre cesión de soberanía.

El titular de la nota dice: “Mandatario transmite a Vicepresidente boliviano que no está disponible para ceder soberanía”. El subtítulo añade: “El canciller reveló este hecho ayer a la comisión de Relaciones Exteriores”. Ya en la crónica, el diario informa que la conversación “habría” sido clara y sin rodeos, y en la que le hicieron ver expresamente a García Linera la no disponibilidad para conversar sobre cesión de soberanía.

Inmediatamente después, “El Mercurio” hace su propia interpretación indicando que “con esto, La Moneda transmitió de manera oficial a La Paz los marcos en que se moverá este tema”. ¿Mensaje de Piñera a Morales? ¿Dónde? Además, ¿acaso era un secreto la posición chilena sobre el tema de soberanía?

Los industriales del mar, los que no dejan pasar una ocasión para tener vigencia lucrando chauvinísticamente con el tema, ahora se rasgan las vestiduras como si hubieran descubierto un gran secreto de traición a la Patria, cuando sólo se ha repetido lo que ya se sabía.

El diputado Choque, o ignora la realidad o, haciendo honor a su apellido, quiere provocar colisiones peligrosas en un tema por demás delicado. Aparecen también los halcones que auspician nuestro ingreso a la carrera armamentista. Primero fue el oficialista senador Bersatti que proclamó con desparpajo que con negociaciones no se conseguirá salida al mar. Ahora, y en una curiosa secuencia, el opositor senador Antezana convoca al país a armarse para conseguir el mar. Los dos ex jefes militares, aparentemente, no leyeron la Constitución que define a Bolivia como un Estado pacifista que promueve la cultura de la paz y, si la leyeron, tal vez no la entendieron.

El Gobierno, por su parte, siempre a la defensiva en este tema… No atinan a poner las cosas en orden por una sencilla razón: no tienen un plan serio. Por eso son reactivos, nunca propositivos. Infantilmente, creen que, ante la posición de Chile, ahora es el momento de acercarse al Perú y anuncian visitas a Lima, primero a nivel de cancilleres, luego de presidentes. ¿Será que piensan que, acercándose al Perú —que nos quiere deslumbrar con espejitos y otras baratijas—, imitarán a Jaime Paz Zamora dando a los chilenos “una patada en el hígado” con la supuesta salida al mar por Ilo?

El manejo de la política exterior es algo serio y el señor Canciller debe saberlo a estas alturas. Lo que está pasando con el tema marítimo es algo sencillo de explicar: muchas manos en un plato causan arrebato. El presidente Evo Morales fue bastante atinado cuando, hace cuatro años, dijo: “Del tema del mar no se habla, se hace”. Aparentemente, muchos se han olvidado de esta directiva Presidencial.

La salida al mar con soberanía es, a la vez, un objetivo y algo que se construye con seriedad, idoneidad y patriotismo, no con acusaciones light por ignorancia del tema y, desde luego, no con chauvinismos baratos ni llamados a las armas.

La solución óptima es, evidentemente, una salida con soberanía y ello también está reflejado en nuestra Constitución. En política internacional, las soluciones son difíciles, especialmente si los problemas son intrincados. Por eso, en el proceso de buscar soluciones óptimas, muchas veces es aconsejable optar por arreglos subóptimos que, a la larga, se pueden convertir, precisamente, en lo que buscamos y deseamos.

fesapabol@gmail.com

Abogado Internacionalista