domingo, 15 de agosto de 2010

Salazar Paredes parece vislumbrar un acuerdo con Chile que pase por el trueque y la carencia de "soberanía" (ver a la derecha nuestra opinión)

vuelve a la carga Fernando Salazar. que se debe aceptar el canje. insistimos que no. que sería claudicar. ver nuestra opinión a la derecha

Tradicionalmente, se pretende una salida libre y soberana al Pacífico. Una solución que no sea soberana es considerada inaceptable. Chile alega que está impedido a ceder soberanía de cualquier parte de su territorio y, por tanto, ello imposibilita que nuestra pretensión sea atendible. Según esta limitación, nadie puede arrogarse la facultad de disminuir el territorio chileno. Ello se reflejó cuando Pinochet, que tenía la suma del poder durante la negociación de Charaña, tuviera que recurrir al resorte del canje territorial para viabilizarla.
Si Chile accediera a ceder una franja territorial al sur de la línea de la concordia, esta solución tropezaría con la posición peruana apoyada en el Protocolo entre Perú y Chile de 1929 que hace expresa referencia a los territorios bajo sus “soberanías”. La experiencia nos demuestra que Perú ha buscado este argumento para empantanar no sólo las soluciones, sino también las menciones a posibles soluciones, como es el caso de las reservas o declaraciones que efectuó después de apoyar las resoluciones sobre el tema en la OEA.
Así, el obstáculo que impide avanzar en la solución del problema marítimo es el concepto de soberanía territorial que cada uno de los tres tiene y cómo lo maneja. Bolivia aspira —y lo considera un derecho— contar con salida soberana. En más de cien años no ha podido conseguir que Chile acceda, como reparación histórica, la salida soberana. Cuando se avanzó en este aspecto, la consulta al Perú impidió el avance hacia la solución. En la negociación de Charaña, Chile estuvo llano a encontrar una solución, aunque tuvo condicionantes que Bolivia no quería, ni podía, en ese momento aceptar: canje territorial.
Si Bolivia pudiera poner a un lado, aunque sea momentáneamente, el tradicional concepto de soberanía, la solución podría estar más cerca de lo imaginable. Si Chile no tuviera en su derecho interno el obstáculo que le impide la enajenación de soberanía en territorio a ser cedido a Bolivia, la solución sería practicable. Si Perú hubiera dado su consentimiento en Charaña, hace más de un cuarto de siglo que el problema tal vez hubiera estado resuelto.
Chile añadió la exigencia de canje territorial como una forma de superar la limitación jurídica interna y viabilizar, desde su perspectiva, la solución. La aquiescencia del Perú talvez hubiera sido insuficiente por la exigencia chilena del canje territorial.
En las relaciones internacionales priman los intereses. El interés del Perú es obvio y legítimo, quiere recuperar lo que fue suyo antes de que ese territorio sea cedido a un tercero, aunque éste haya sido su aliado en la contienda bélica que dio lugar a nuestro enclaustramiento geográfico.
Más allá de la utopía integracionista, la historia nos enseña que la solución posible al problema marítimo boliviano no pasa por un asentimiento peruano que, por razones internas y —por qué no decirlo— patrióticas, está imposibilitado de darlo.
Sólo quedaría por examinar una posible solución bilateral entre Chile y Bolivia en la que cada uno, por su parte, debe tratar de vencer el escollo emergente del tradicional concepto de soberanía territorial, aspecto medular que aleja la posibilidad de una solución equitativa al problema. Ésta sería la premisa para llegar, efectivamente, a lo que el Ministro de Defensa de Chile califica como el gran momento para resolver el tema marítimo con Bolivia en base a “soluciones factibles y realistas que puedan satisfacer las aspiraciones bolivianas, pero a la vez cautelar los intereses chilenos”.
fesapabol@gmail.com
Internacionalista
Fernando Salazar Paredes

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