domingo, 8 de agosto de 2010

Fernando Salazar aboga por Charaña como acuerdo básico para seguir negociando salida al mar (Ver nuestro comentario a la derecha)

El general Juan Emilio Cheyre, comandante del Ejército de Chile entre 2002 y 2006, ha declarado a La Tercera de Santiago: “Sin duda, el tema de Charaña es una solución que en su momento fracasó, pero que es viable, tiene lógica, hace sentido, supone beneficios para todas las partes… es viable porque satisface una aspiración boliviana. Debería estar basada en una compensación territorial y generar una complementariedad donde Perú también ganaría si abandona su tradicional lógica de que los intereses bolivianos no podrían ser satisfechos con territorios que en el siglo XIX pertenecieron a Perú. Tiene lógica porque no atenta contra los conceptos de soberanía. No se ceden gratuitamente, sino que en función de objetivos complementarios”.
Cheyre pone en mesa una alternativa que amerita ser analizada dentro de parámetros realistas, tomando como partida la negociación de Charaña de 1975 a 1978. Complementa sus declaraciones con una precisión certera: “Aspiraría a que Perú y su diplomacia no se constituyeran en un obstáculo para las soluciones y el mejoramiento de las relaciones entre Bolivia y Chile; que Bolivia aproveche las facilidades que de manera concreta le ha ofrecido nuestro país y que han fracasado porque hay un tercero (Perú) que se interpone con soluciones paralelas que terminan, por una parte, abortando la medida que se estaba tomando y, por otra, dándoles algo que tampoco es conveniente para ellos”.
Charaña, a pesar de sus actores y del momento político que se vivía en los tres países involucrados, fue una negociación boliviana que contó con una estrategia seria y decidida. Para el político acostumbrado a sacar réditos y no arriesgar nada en función del interés nacional o para el ciudadano común para quien la perspectiva histórica es aplastada por sus necesidades cotidianas, seguramente Charaña es una frustración más en nuestro anhelo de retornar al Pacífico. Para el profesional de las relaciones internacionales, Charaña tiene mucho de rescatable y sobre lo que se puede construir a futuro. También contiene errores muy grandes que deben ser tomados en cuenta en negociaciones venideras. Lo bueno y lo malo de Charaña es un componente valioso que no puede dese-charse.
Sea cual sea en el presente o en el futuro la estrategia marítima boliviana, es preciso tomar en cuenta las lecciones que dejó Charaña y mirar hacia el futuro con realismo y optimismo, con unidad de criterio y seguridad en los planteamientos. Ya son más de cien años desde que Chile nos sometió a un enclaustramiento geográfico y, a pesar de este largo tiempo, perdura el ideal colectivo de retornar al Pacífico. Charaña se inscribe dentro de ese ideal; no alcanzó la meta de resolver el enclaustramiento, pero se convirtió en un hito de esa búsqueda de mar. Charaña es un eslabón en esa cadena que busca romper el encierro; su mayor aporte es, tal vez, el haber concienciado mejor al país y a la comunidad internacional sobre el grave impedimento que atenta contra el desarrollo de Bolivia y contra la consolidación de la paz en la región. Fue un empeñoso proceso que resalta lo óptimo de una negociación pero también, y lo más importante, señala errores y criterios equivocados que nuestra diplomacia no debe repetir. En resumen, toda acción de política exterior boliviana en pos de su reintegración marítima no podrá, en el presente y en el futuro, ignorar lo que Charaña buscó, fue y no fue.

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