lunes, 16 de mayo de 2011

se podría afirmar que al menos 4 diarios son indeclinables en su defensa de la Reivindicación, El Diario, La Patria, Los Tiempos y El Deber justamente reclamando por un trato firme pero prudente del tema

El retorno de Bolivia a las costas del Pacífico siempre ha sido un objetivo esencial de la política exterior del país, más allá y por encima de los gobiernos de turno. Luego de la firma del infausto Tratado del 20 de octubre de 1904, Bolivia -desde el llamado Memorándum Sánchez Bustamante de 1910 hasta la fecha- prosiguió con la denuncia sobre su injusta mediterraneidad. También en varios períodos sostuvo negociaciones directas con Chile, país que conquistó nuestro Litoral por la fuerza de las armas. Asimismo, Bolivia sostuvo permanentes contactos con Perú en función del Protocolo Complementario al Tratado de Lima del 3 de junio de 1929, el que obliga a tener el acuerdo peruano en caso de cederle Chile a Bolivia territorios que otrora pertenecieron a ese país.
El tema marítimo no ha perdido vigencia y no la perderá nunca. La verdadera integración sudamericana solamente será posible el día en que esta tremenda injusticia del forzado enclaustramiento boliviano se solucione. Es más, la era de Internet ha demostrado en pleno siglo XXI la necesidad de contar con costa soberana para disponer directamente de la conexión con los cables submarinos que vienen del hemisferio norte y nos conectan a la red informática mundial. Este hecho y muchos otros que han sido debidamente cuantificados, prueban que Bolivia seguirá limitada en su desarrollo mientras no obtenga su acceso soberano al mar.
Lamentablemente, al noble tema marítimo -ahora y en el pasado- se lo ha utilizado sistemáticamente como elemento de política interna ante problemas de coyuntura. Esta causa sagrada ha sido manipulada muchas veces, en lugar de ser objeto prioritario de políticas de Estado de largo aliento ejecutadas con la mayor seriedad.
Últimamente notamos que estamos cayendo de nuevo en la demagogia. El asunto marítimo -grave e importante- tiende a convertirse en algo folclórico que sirve a quien gobierna actualmente. No, eso no debe ser así, ni ahora ni en el futuro.
El problema con Chile es fundamentalmente político y política será la negociación que eventualmente nos lleve a una solución adecuada para este magno asunto de interés nacional. Las vías del Derecho Internacional Público –cuya fuente básica son los tratados- revisten carácter limitante y no auguran mayor éxito. La negociación político-diplomática directa se impone. La política –y esto lo sabe bien Evo Morales- siempre modifica, crea o extingue situaciones jurídicas.
Bien hizo esta administración en continuar las pautas de reconstrucción de la confianza mutua con Chile sentadas por su predecesor, aunque sí se debió exigir que –pasado un lapso razonable- La Moneda sea capaz de presentar un principio de fórmula potencialmente negociable. Ahora, resulta que mientras se sigue hablando de la posibilidad de continuar el diálogo con los chilenos, en paralelo se anuncian acciones ante tribunales internacionales al mismo tiempo que se generan estridencias de un verdadero paroxismo demagógico-populista, lo que no resulta ser el mejor clima para encaminar con éxito el máximo objetivo de la patria.
Seriedad es lo que se precisa aquí y ahora. Todos estaremos unidos detrás del histórico estandarte de la reivindicación marítima en el marco del enorme respeto que el tema impone. Músicas, bailes y otras frivolidades, poco o nada ayudarán al proceso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario