sábado, 7 de mayo de 2011

asciende a la palestra Cajías de la Vega para mostrar las opciones pesimista y optimista en el tema de reivindicación maríitima


La pérdida de la cualidad marítima y de toda la provincia del Litoral, a más de sus terribles consecuencias económicas, políticas y sociales, tuvo una gran influencia en la mentalidad de los bolivianos. Es una de las causas principales que coadyuvaron en la formación del lado pesimista de nuestro ser junto a otros factores, sobre todo relacionados con las frecuentes crisis políticas y económicas. Como contrapartida, la parte optimista del ser boliviano tiene como principales ingredientes la cultura y la naturaleza.
En los 132 años de enclaustramiento se han vivido épocas de pasividad frente al problema, así como de profunda euforia, pero el retorno al mar ha permanecido siempre en la memoria de los bolivianos. Por eso, es un tema que forma parte de nuestro lamento histórico, así como de incentivo a nuestro patriotismo.
En los últimos 50 años es importante recordar dos momentos de ferviente patriotismo en torno al tema, cuando se recordaron los centenarios de la guerra (1979) y de la firma del tratado (2004). Vivimos el inicio de una nueva etapa reivindicativa, al que nos hemos sumado varios historiadores con entusiasmo y optimismo.
Las reacciones ante esta nueva oportunidad de reclamo por solucionar nuestro enclaustramiento, reclamo que todo boliviano considera justo, han provocado los dos tipos de reacciones que reflejan las dos caras de nuestro ser, la optimista y la pesimista.
Por un lado, se ha reavivado el sentimiento patriótico manifestado en actos cívicos, composiciones musicales, sumatoria de esfuerzos intelectuales y, lo más importante, unión de esfuerzos de expresidentes con el actual Presidente y de intelectuales de diferente corte ideológico, lo que abre una fundada esperanza de consolidar una política de Estado, más permanente y más sostenible, más autónoma de la coyuntura y más vinculada al problema estructural que ha marcado estos 132 años.
Por otro lado, han surgido también las reacciones pesimistas manifestadas en redes sociales de Internet, en columnas periodísticas, en conversaciones de café, en debates de toda índole. Una posición de los que sienten la derrota antes de iniciada la pelea o de los que ya se han rendido ante la profunda evidencia de que los gobiernos de Chile no piensan ceder una salida al mar, soberana y útil; evidencia corroborada por la otra evidencia que dan los gobiernos peruanos de no flexibilizar el Tratado de 1929, si la solución pasa por un corredor al norte de Arica.
Pasa como cuando un equipo boliviano de fútbol juega en el exterior; los pesimistas auguran una paliza segura, antes de que el equipo haya ingresado en la cancha. Comprensible reacción por las muchas derrotas sufridas, pero criticable cuando se olvidan las victorias y los campeonatos internacionales en los que alcanzamos un buen sitial, gracias a la unión de talentos, que los medios optimistas se encargan, felizmente, de recordar.
Estamos plenamente conscientes de las enormes dificultades que se presentan al plantear acciones multilaterales, conocemos la capacidad de los equipos de Chile y de Perú, tan hermanos como rivales, en los casi dos siglos de vida republicana, pero tenemos el convencimiento de que si nos unimos y sumamos capacidades, estamos en condiciones de llegar a la cancha en igualdad de condiciones. No tenemos nada que perder y mucho por ganar. Lo peor es rendirse antes de intentar. 

El autor es historiador

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