Es de sobra conocido que los intereses entre las naciones son los que marcan su política exterior y que si se ideologiza exageradamente la diplomacia, como es el caso boliviano, excluyendo por esas razones a países importantes, ese proceder está errado y se debe enmendar lo antes posible, porque, tarde o temprano, tendrá un costo que puede ser muy elevado.
Con varias naciones, como producto de la política del ‘cambio’, Bolivia ha descuidado o simplemente deteriorado sus relaciones en grado extremo, empezando nada menos que con EEUU. Ha intensificado sus relaciones con naciones como Venezuela, Cuba, las naciones de la ALBA y algunas satrapías lejanas, y sin embargo no ha puesto el mismo entusiasmo y esfuerzo para mejorar, por ejemplo, los tradicionales y fraternos vínculos que siempre mantuvimos con Perú.
Este no es un problema menor de manera alguna. Llegará el momento en que cambie la percepción ideológica que hoy domina nuestras relaciones internacionales y nos encontraremos con un panorama muy desalentador, porque Perú, con Bolivia o sin ella, seguirá en su afán de integración y progreso por encima de intereses políticos, y cuando necesitemos recomponer la situación puede que no sea sencillo porque Perú habrá dado pasos irreversibles junto con algunos de sus vecinos y con países de ultramar.
Con varias naciones, como producto de la política del ‘cambio’, Bolivia ha descuidado o simplemente deteriorado sus relaciones en grado extremo, empezando nada menos que con EEUU. Ha intensificado sus relaciones con naciones como Venezuela, Cuba, las naciones de la ALBA y algunas satrapías lejanas, y sin embargo no ha puesto el mismo entusiasmo y esfuerzo para mejorar, por ejemplo, los tradicionales y fraternos vínculos que siempre mantuvimos con Perú.
Este no es un problema menor de manera alguna. Llegará el momento en que cambie la percepción ideológica que hoy domina nuestras relaciones internacionales y nos encontraremos con un panorama muy desalentador, porque Perú, con Bolivia o sin ella, seguirá en su afán de integración y progreso por encima de intereses políticos, y cuando necesitemos recomponer la situación puede que no sea sencillo porque Perú habrá dado pasos irreversibles junto con algunos de sus vecinos y con países de ultramar.
Hasta ahora no ha existido una explicación satisfactoria sobre los motivos que primaron para la cancelación o postergación, a última hora, del viaje del presidente Morales a Lima, que estaba previsto para febrero pasado. Se dijo que hubo un desencuentro de agendas entre ambos mandatarios, pero sin aclarar si se trataba de agendas de compromisos inesperados de uno u otro jefe de Estado o si no coincidían los temas por tratarse, que, al parecer, fue lo primordial. Lo preocupante es que el encuentro no se haya postergado hasta una fecha determinada, sino que haya sido lisa y llanamente suspendido.
De momento no sabemos si, como se afirmó en algunos medios de Perú y Bolivia, la postergación o cancelación de la entrevista de Morales y Humala se debió a que el Congreso peruano no habría llegado a conciliar el asunto de Ilo o si hubo algo más. Si solo fuera un desacuerdo con el puerto de Ilo la circunstancia sería igualmente grave. ¿Hay algo más que produzca un enfriamiento de las relaciones? ¿Existe en Lima una embajada de nivel suficiente como para advertir a la Cancillería qué es lo que sucede? ¿Lo sabremos en algún momento?
Consejo Editorial: Pedro F. Rivero Jordán, Juan Carlos Rivero Jordán, Tuffí Aré Vázquez, Lupe Cajías, Agustín Saavedra Weise y Percy Áñez Rivero