Para los pueblos del mundo, el mar es considerado como la cuna donde evoluciona la vida abundante de posibilidades. Ocupa en el planeta una superficie tres veces mayor que la tierra. En una vasta extensión de 365.000 kilómetros cuadrados de agua, solo aparecen 144.500 de tierra en forma de continentes e islas; es decir la mayor parte de los países están rodeados de aguas marítimas. De todas maneras, estas cifras son parte del conocimiento básico, cantidades inanimadas que con la intención de darles vida preferible es observar su grandeza proveniente de sus horizontes, sus profundidades y zonas pródigas.
Los conglomerados política y jurídicamente organizados encaminaron políticas dirigidas a crecer como Estados conscientes que el dominio del mar significa el dominio del mundo; percibieron que el mar tiene la propiedad de animar y ampliar simultáneamente las perspectivas económicas y políticas del hombre, lógica que habría motivado al comercio mundial y al establecimiento o restablecimiento de relaciones entre pueblos para construir acuerdos, alianzas, pactos a fin de constituirse en un elemento eslabón de mediación, unión e integración para el crecimiento del Estado; es decir, el mar –como fuente directa- es el camino que facilita riqueza, actividad, comercio, finalmente otorga poder que conduce instantáneamente hacia los objetivos y éxitos de gran alcance.
Así visto ese poder no hay duda de su elocuente utilidad. Sin embargo, cuando aquel poder se lo emplea con fines funestos visando intereses unilaterales perniciosos para la vecindad internacional, se convierte en un poder de ignominia que rompe los eslabones arriba descritos. Uno de los acontecimientos destacados por tal infamia que corrobora y admite la ley antigua, anacrónica, del crecimiento del Estado -el deseo de crecer que experimentan los pequeños Estados a costa de otros- se materializa en la Guerra del Pacífico a favor del antagónico, que encierra a Bolivia y la anula perpetuamente en su desarrollo. Cabe afirmar que Chile ha crecido bajo el influjo de esa línea de pensamiento que rige aquella antigua ley del crecimiento. ¿En qué consiste? “Cuando un Estado requiere desarrollar no existe otra medida que entrar en pugna con otro Estado cuyo premio será el acrecentamiento de su territorio”.
Consecuentemente, con una costa extensa Chile desarrolló su marina mercante y de guerra al punto de que la guerra referida la ganó principalmente desde el mar, transformando nuestra cuna de posibilidades en una cámara letal de enclaustramiento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario