jueves, 16 de diciembre de 2010

nunca fue amiga de Bolivia aunque lo parecía. por ello OPINION la trata como "la ex-amiga Bachelet" nos estuvo engañando todo el tiempo. ingenuo Evo?

Cuando juró como presidenta de Chile, Michelle Bachelet no sólo era la primera mujer en asumir el primer cargo de ese país; era también una socialista que sufrió la dictadura de Pinochet y, por consiguiente, heredera directa de Salvador Allende, el mártir de La Moneda de ese golpe militar que horrorizó al mundo.
Le precedía, entonces, una trayectoria política que provocaba cierto optimismo en Bolivia, respecto a la demanda de un puerto soberano. Después de todo, Allende había sido el único presidente de Chile en mostrar disposición a satisfacer el reclamo de nuestro país, que le parecía justo. El otro acercamiento había sido entre los dictadores de Chile, Augusto Pinochet, y el boliviano, Hugo Banzer, cuyo canciller llegó de Santiago declarando que anunciaba “humildemente” que traía el mar para Bolivia. Pero, ese corredor ofrecido por Chile no era sino el canje territorial por las reservas de litio hoy tan ansiadas por el mundo.
Evo Morales, presidente de Bolivia, acudió con gran entusiasmo a la posesión de la señora Bachelet y su encuentro amistoso hacía preveer un mejoramiento de relaciones que podía derivar en la consecusión de una costa soberana en el Pacífico, el principal objetivo diplomático boliviano.
Se elaboró, entonces, la famosa agenda de trece puntos, en la que por primer vez se incluía la demanda marítima de costa soberana, que fue anunciado en ambos países rodeado de optimismo.
Las visitas de delegaciones a La Paz y Santiago menudeaban y de cuando en cuando aparecían comunicados de avances, o de supuestos avances, como un estudio de cuatro años del origen de las aguas del Silala, plazo que nuestra Cancillería consideraba razonable. También, nuevas y viejas facilidades para el comercio boliviano por el puerto de Arica y otro, pero del mar sólo se mencionaba ambigüedades.
Así pasó el mandato de Bachelet, que dejó un gusto ambivalente en los bolivianos, hasta el lunes, cuando la ex presidenta Michelle Bachelet anunció que jamás había hablado de un puerto soberano boliviano en el Pacífico.
Presidente, Canciller y negociadores habrán quedado pasmados por tal declaración, si era verdad lo que nos contaban sobre la agenda de trece puntos. Vieron que Bachelet se alineaba a la tradicional y engañosa diplomacia de su país que no tiene intención alguna de restituir lo que una guera de invasión nos había arrebatado. Nada la diferenciaba a sus predecesores y al nuevo Presidente chilenos. Todo había sido una estrategia de distracción.
Pero, los gobiernos de Chile (ya no sólo el de Bachelet, pero ella muy especialmente) tienen una línea casi indestructible con relación al pedido justo de la devolución, aunque no sea todo el territorio usurpado a la fuerza.
Pero no sólo eso. La diplomacia chilena, complicada con la economía, consigue con estas negociaciones sin sentido lograr que el puerto de Arica y en realidad toda su región norte, vivir de las exportaciones e importaciones bolivianas y eso, no es preciso decirlo, es el paliativo, si no la solución, de una zona empobrecida.
Sin embargo, lo más importante del mareo que nos ha creado la presidencia de Michelle Bachelet, es también agua: la dulce del Silala.
La diplomacia boliviana comienza, o debe comenzar, a fijarse que en todo el cuento de los trece puntos está dirigido a continuar el aprovechamiento de las aguas del Silala que por más de un siglo su torrente beneficia a empresas y distribución en el norte de Chile.
Basta ya de confiar en gobiernos que, para el caso siguen la política distraccionista con relación al justo pedido de Bolivia.
El agua salada del mar está cautiva desde 1879, desde la invasión chilena, y desde hace cien años el agua dulce beneficia a un país que no es el nuestro.
Esta incongruencia debe terminar, más todavía por la hostil declaración de Bachelet.

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