El 27 de marzo falleció en Santiago de Chile Guillermo Luksic. Para muchos bolivianos podía ser una figura desconocida, ya que siempre llevó una vida discreta en términos de imagen pública y los medios internacionales de información como Bloomberg, destacaron su carrera empresarial como cabeza de uno de los grupos empresariales más grandes de Latinoamérica.
Pero Guillermo llevaba además en la sangre una tradición familiar que lo vinculaba a su tatarabuelo boliviano, nuestro héroe Don Eduardo Abaroa Hidalgo, y su hijo mayor Andrónico Abaroa, de quien descendía el padre de Guillermo, Andrónico Luksic Abaroa, el constructor de un impresionante emporio empresarial que arrancó en Antofagasta, cuna de la familia Abaroa. La fortuna de los Luksic Abaroa se remonta al talento empresarial del hijo mayor del Héroe, Andrónico, que junto a sus hermanos y su madre doña Irene Rivero, sobrevivieron la orfandad del Héroe, y a fuerza de trabajo forjaron una fortuna a través del comercio de ganado vacuno traído desde Salta, cruzando la Cordillera de los Andes, a pie de mula, hasta llegar, a través del desierto de Atacama a la zona de San Pedro de Atacama, Calama y Antofagasta, para proveer de carne a la zona y posteriormente a la fabulosa mina de cobre de Chuquicamata. Este comercio ya lo había iniciado Eduardo Abaroa Hidalgo, a mediados de los 1800 y continúa en manos de la familia, hoy en día, como Ganadera Abaroa.
Andrónico Abaroa y sus hermanos se constituyeron en la familia más importante económicamente de lo que era el Litoral boliviano. Andrónico Abaroa prestó su prestigio personal y fortuna para representar a Bolivia como Cónsul Honorario en Antofagasta, por muchos años, y realizar importantes gestiones diplomáticas a nombre del Gobierno de su país, Bolivia.
Habiendo nacido antes de la Guerra del Pacifico, Andrónico era orgullosamente boliviano y en su despacho desplegaba el escudo nacional y la bandera de Bolivia. Cuentan que el Gobierno de Chile le ofreció otorgar una condecoración por los servicios prestados en pos del desarrollo de Antofagasta y el ex-Litoral, a lo que Don Andrónico aceptó, con la condición que la condecoración sea impuesta en el Consulado, con el retrato de Bolívar y la bandera boliviana presente. Así se le hizo el homenaje.
Don Andrónico Abaroa Rivero tuvo varios hijos y una hija de madre boliviana, natural de Tupiza, localidad que Don Andrónico frecuentaba en sus viajes por ferrocarril a la Argentina. Su hija Elena, de madre boliviana, se crió en Tupiza y solo se trasladó a vivir con su padre en Antofagasta cuando ya tenía 18 años. Vivió el resto de su vida en Antofagasta y Santiago, pero nunca perdió su fuerte acento boliviano-tupiceño. Así la recordaba siempre su hijo Andrónico Luksic, que pasó esa memoria a sus hijos, y a Guillermo, en particular. Dona Elena Abaroa se casó con un apuesto joven croata, Pericarpio Luksic, que llegó a Antofagasta a trabajar, huyendo de las guerras y la pobreza europeas. A la muerte de Don Andrónico Abaroa, Elena heredó los negocios de éste, junto a su hermano Juan, pero ella resultó heredar también el talento organizativo y la habilidad de negocios de su padre Andrónico, con los que conservó la fortuna familiar, y educó a sus hijos en Europa y Estados Unidos.
De los dos hijos de Doña Elena Abaroa, Andrónico y Vladimir, fue sin duda Andrónico Luksic Abaroa el que le heredó la habilidad empresarial, forjando lo que pudiera ser la mayor fortuna de Chile, con alcances internacionales, e inversiones en Europa, particularmente Inglaterra, China, y desde luego Croacia, tierra de su padre. Andrónico Luksic tuvo dos hijos de su primer matrimonio, y tres del segundo. Guillermo era el hijo menor de sus primeras nupcias, y el que a mi parecer mantuvo más vivamente la tradición Abaroa, en esa rama de la familia.
Guillermo era un enamorado de la vida. De alegre sonrisa, amable y contagiosa, disfrutaba del buen comer, las cosas finas y fue un eterno enamorado de cuantas mujeres bellas pasaron por su vida. Ésta es una característica muy Abaroa, como cuentan los parientes mayores, y llevó a Guillermo a dos divorcios. Pero lo que a mí me llamó la atención, es que Guillermo modeló su vida y su imagen teniendo a su bisabuelo paterno, Don Andrónico Abaroa, como referente familiar, pasando desde luego por su abuela Elena y su padre Andrónico. Guillermo mantenía en su moderna oficina de Santiago el escritorio original de su bisabuelo Andrónico Abaroa, con una fotografía de éste, sentado en su oficina de Antofagasta, debajo del escudo de Bolivia.
Guillermo guardaba el mayor parecido físico y temperamental, a la rama de la viuda del Héroe, Dona Irene Rivero, y al de su hijo mayor Andrónico Abaroa. De estatura más bien media, fuerte complexión, moreno y de un apetito de vida arrollador, Guillermo para mi fue, el más Abaroa de esta su generación, en físico, temperamento, voluntad de hierro, habilidad empresarial y gusto por la vida.
Muchas veces he reflexionado sobre todo lo que ha significado para Bolivia la perdida del Litoral. He pensado que además de haber perdido el mar, en realidad perdimos el Kuwait del Cobre del mundo: Chuquicamata y las otras riquezas de salitre y huano, en su época. Lo que llegó a ser, hasta hoy, el sueldo de Chile como dijera Salvador Allende. Perdimos mucho más que sólo el mar. Ante la partida de Guillermo, pienso que también se nos quedó en Chile una gran familia, enraizada en Atacama, con el temple de la mezcla de vascos y atacameños, los Abaroa-Rivero, descendientes del Héroe, que han dado a Bolivia, Chile y América una de las familias más progresistas, creadores de riqueza, empleo y bienestar. Una familia que, desafortunadamente para nosotros los bolivianos, quedó al otro lado de la frontera. Guillermo representa ese carácter, de un Luksic, de estirpe Abaroa.
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