domingo, 31 de marzo de 2013

Agustín Saavedra con toda su sapiencia, como embajador y canciller ofrece un alcance muy actual de Chile como el mal vecino, que ignora actos similares de recuperación de tierras de conquista...aprendamos la lección chilenos!

En varias ocasiones anteriores comenté que los chilenos son muy hábiles para resolver cosas y así lo demuestran en múltiples oportunidades, pero he aquí que cuando llega el caso de procurar una solución al injusto enclaustramiento marítimo boliviano, su clase dirigente sufre ataques súbitos de idiotismo, como si fueran todos entes víctimas de una lobotomía, sin ninguna imaginación, talento ni iniciativa. Es un caso atípico pero real, tangible, está a la vista.

Asimismo, esa clase dirigente chilena de la hora presente sufre de amnesia, ya que no recuerda las propias propuestas de Chile a lo largo del tiempo y se escuda en la intangibilidad de los tratados o en frases tales como “no tenemos nada pendiente con Bolivia”. Falso, como se lo puede comprobar con un simple vistazo a las múltiples ocasiones en que Chile presentó o escuchó propuestas en torno al problema marítimo boliviano, siendo las últimas (Charaña en 1975, el llamado “enfoque fresco” de 1987 y la Agenda de los 13 puntos), las más recordadas por ser recientes. Los Pactos de Mayo de 1895 iniciaron esa larga serie de ofrecimientos que Chile no puede negar.  Todo está debidamente documentado.

Por otro lado, Chile pretende aparecer ante el mundo como país “respetable”. Es más, ahora aspira a ingresar en la órbita de los desarrollados sobre la base de su actual crecimiento económico y otros logros que es de justicia reconocer. No le gusta sí a Chile tener a Bolivia como un moscardón frecuente que le recuerda su pasado de geofagia y usurpaciones. El Estado chileno actúa como aquel ladrón que debe su fortuna a un acto ilícito previo que con el tiempo fue camuflado o relegado al último rincón de la memoria. Y como todo el que tiene su malhabida fortuna originada en un antiguo delito, Chile se pone en cólera cada vez que alguien le recuerda el origen espurio de su riqueza o lo hace quedar mal ante la comunidad mundial por sus torpes acciones, originadas éstas en la mezquindad de mira de sus élites para poder ver con sentido estratégico el tema pendiente con Bolivia a fin de darle una solución definitiva.

Que un país con 9.000 kilómetros de costa no pueda cederle un simple corredor a Bolivia suena cruel y es cruel. Salvo el colapso del ex imperio austro-húngaro en 1918 que dejó enclaustrada a la actual Austria, el caso boliviano es el único en el planeta de un país que nació con litoral propio y lo perdió en una guerra de conquista. Es más, en muchos casos y habiendo proximidad al océano, la comunidad internacional ha propiciado arreglos para proveer una salida al mar, tal el caso del Congo (ex Zaire), Bosnia-Herzegovina e Irak, como también el del antiguo corredor de Danzig cedido a Polonia tras la Primera Guerra Mundial. Bolivia nació con mar y quiere mar, es una demanda legítima e irrenunciable. Si realmente se pretende paz permanente e integración en la América del Sur, esto debe ser resuelto. El ladrón del pasado puede redimirse con acciones que hoy le den grandeza, en lugar de seguir siendo el chico abusivo del vecindario.  El mundo observa a Chile y lo que ve ya no le está gustando. La cerrazón chilena se torna cada vez más caduca en los tiempos que corren. Es la hora del despertar, la hora de los pueblos que claman por justicia, como lo viene haciendo el pueblo boliviano desde hace 134 años. 

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