viernes, 14 de febrero de 2014

Este 14 de febrero se cumplen ciento treinta y tantos años del desembarco de tropas chilenas en Antofagasta. El escamoteo de lo que quedaba de la costa atacameña boliviana, fue tan fácil como quitarle el chupetín a un niño. Me aparto de mitos de héroes –la niña ocultando la bandera nacional para salvarla de vejamen de la chusma chilena– porque marean la imprevisión nacional de una agresión avisada desde que desbarataron la Confederación Perú-Boliviana, 40 años antes de 1879. (Art. suscrito por Winston Estremadoiro)

Ingresé al terreno de la ciencia ficción lúdica sobre una hipotética guerra entre Chile y Perú, tan en boga hoy con el auge de los juegos electrónicos. Lo propició conjeturar sobre un conflicto entre esos dos vecinos, en el fuego nutrido de artillería verbal en ambos países, previo al fallo sobre límites marítimos de la Corte Internacional de Justicia de La Haya.
¿Existe el revanchismo peruano? Claro que sí. Perú está dividido entre revanchistas y resignados. Pocos saben que en el período 1973-1975 estuvieron al borde de la guerra. En efecto, estaba Perú en auge económico y un militar golpista presidía el mayor rearme de su país, mientras Chile sufría la baja cotización de sus minerales. Poco faltó para que un golpe de mano peruano intentase recuperar Arica y el territorio hasta la Quebrada de Camarones o la caleta Vítor; tal eventual rescate enturbiaría la meta boliviana de acceder al mar por tierra antes peruana. Sin mayor detalle, desde entonces una tajada de los ingresos chilenos por el cobre, en gran parte extraído de territorio antes boliviano, mantiene aceitada su máquina de guerra. Chile está dividido entre guerristas y pacifistas. 

Otro reverbero de la previsión chilena ante el revanchismo peruano fue el Abrazo de Charaña entre Pinochet y Banzer. Tal vez lo rescatable de tal argucia para aplacar al tercero en discordia, fue que el agresor de 1879 reconociera que hay un tema pendiente con la ingenua Bolivia: el acceso soberano al mar por un cordón umbilical al Pacífico, por territorios que fueran peruanos. Lo importante es destacar que tanto Chile como Perú apelan a jugar la carta boliviana y su lamento marítimo, cuando les conviene.
          
En un artículo más reciente, impresionó que Bolivia no figurara, así fuera a nivel de peón, en el choque de caballos, alfiles, torres y reinas en tal tablero de ajedrez. Más aún, un párrafo alusivo fue despectivo: “Hay que pensar, desgraciadamente, que Bolivia (con este o cualquier presidente) no es confiable para nadie, sin ánimo de ofender (aunque ofenda), tienen una historia guerrera desleal, poco valiente y perdedora. Recordemos El Chaco, contra Paraguay, y la Guerra del Pacífico, donde pusieron una defensa meliflua.” Lo dijo un destacado intelectual peruano, quizá al calor de larga sesión de vinos trasandinos y delicias gastronómicas peruanas, con otro experto, notable por ejercer asesoría de varios mandatarios chilenos, incluido el ‘pato cojo’ Piñera. 
Este 14 de febrero se cumplen ciento treinta y tantos años del desembarco de tropas chilenas en Antofagasta. El escamoteo de lo que quedaba de la costa atacameña boliviana, fue tan fácil como quitarle el chupetín a un niño. Me aparto de mitos de héroes –la niña ocultando la bandera nacional para salvarla de vejamen de la chusma chilena– porque marean la imprevisión nacional de una agresión avisada desde que desbarataron la Confederación Perú-Boliviana, 40 años antes de 1879.
Incluso lo que restó de costa después del tratado que firmó Melgarejo, tenía potenciales puertos mayores –Antofagasta, Mejillones, Tocopilla, Cobija– de acceso al mar que se reclama hoy en día. El ‘Capitán del Siglo’, dejó la puerta entreabierta a la ambición chilena con medianería en imaginario paralelo. Una década más tarde, por un simple lío tributario Chile se quedó con el mar boliviano y con el mayor botín de riquezas obtenidas por un país a través de la guerra, según el peruano José Antonio García Belaúnde.
 Hoy es una realidad el dictamen vinculante de La Haya sobre límites marítimos de Chile y Perú. Se aplaca a guerristas y a revanchistas de sus países, en un contexto de avances de la Alianza del Pacífico. Es una alternativa geopolítica a la ALBA, que en el fondo es argucia del castrismo injertado en bonanza petrolera venezolana y del Foro de San Pablo. La pugna real es el liderazgo latinoamericano entre México y Brasil, pero ésa es harina de otro costal.
¿Qué debe hacer Bolivia? Ser pragmático en sus relaciones con Chile y Perú, que los países tienen solo intereses, no amigos. Digan lo que digan, el uno puso el candado; el otro tiene la llave del acceso soberano al mar. Un eventual cordón umbilical al norte de Arica, aún con instalaciones portuarias inmensas, no será suficiente para las necesidades de una Bolivia progresista. De todas maneras, el progreso del sur peruano y el norte chileno, y el movimiento de sus puertos, están ligados al progreso boliviano.
La clave es un giro de 90º en la relación bilateral con Brasil, que necesita llegar a mercados asiáticos por puertos chilenos y peruanos. Jugar la carta brasileña con juicio y realismo. Y cultivar el afecto del sur peruano.
Si Iquique es origen de contrabando a Bolivia, cáiganle a los matuteros del altiplano y a los venteros de fruta chilena regada con agua desviada del río Lauca. Si la lucha contra el narcotráfico y el contrabando es un esfuerzo nacional, pongan a milicos a reprimir esos flagelos; quizá les irá mejor que resistiendo una eventual invasión chilena (o peruana).
Si Arica clama por ayuda de Santiago cada vez que un camión de soldados peruanos viaja de Lima a Tacna, también es real que casi 90% de su ajetreo económico deviene del comercio boliviano. Hay atisbos de una política de Estado en la decisión del Gobierno de mejorar carreteras a puertos peruanos. Ojala se hagan inversiones portuarias en Ilo. La meta no es reemplazar al puerto de Arica, ¿pero no afectaría a los ariqueños si el comercio boliviano se redujese a la mitad?I

domingo, 9 de febrero de 2014

Cayo Salinas, notable jurista cochabambino coincide con Carlos Mesa, "Chile no es invencible. Chile no es invulnerable". refiriéndose al fallo de La Haya sobre el litigio Chile Perú, añade también falla sobre Rurelec, aunque a Evo no le guste, pero no hay forma de desconocerle. O se aceptan los fallos o no se aceptan, son una unidad, el Tribunal es uno solo. no cabe duda alguna.

Respecto al epígrafe, dos eventos han sucedido en los últimos días que merecen atención. El primero de ellos, el fallo proferido por la Corte Internacional de Justicia de La Haya en torno a las diferencias suscitadas entre Chile y Perú sobre límites marítimos y, el segundo, un Laudo Arbitral emitido por un Tribunal de la Corte Permanente de Arbitraje de La Haya donde se estableció que el Estado boliviano debe pagar una suma dineraria en favor de la empresa Rurelec.
Ambos, no tienen relación entre sí en términos de sujetos procesales, a no ser por sus efectos respecto al discurso que el Gobierno abandere en relación a cómo afrontar decisiones de tribunales extranjeros.
Por un lado, considero altamente auspicioso el resultado de La Haya en relación a la contienda chileno peruana, más allá de las interpretaciones que surjan respecto a qué postura fue la más beneficiada, es decir,  si Chile mantiene el aérea marítima más rica  pese a perder territorio marítimo, o si Perú fue el vencedor considerando la declaratoria de procedencia de la mayoría de sus pretensiones. Independientemente de la vinculación y precedente histórico que pueda haberse establecido, existe un aspecto que es vital a la hora de analizar la sentencia.
Me explico. Chile dejó de ser intocable y como consecuencia de la decisión, pasó a ser un país vulnerable al que se le ha restado una parte de su territorio, lo que da pie a considerar que en igual sentido, cuando deba proferirse el fallo en torno a la demanda boliviana, pueda suceder igual cosa bajo la óptica de que la postura esgrimida por nuestro país es la correcta. En otras palabras, Chile dejó de ser un país invencible en términos diplomáticos y se ha puesto en igualdad de condiciones en términos jurídicos. Ese factor debe alentar la procedencia de nuestra acción y merecer, de aquí en adelante, habilidad y prudencia.
Inmediatamente después, hemos tomado conocimiento de un fallo arbitral, emitido por la Corte Permanente de Arbitraje de La Haya, que es competente para dilucidar controversias que surgen de tratados bilaterales de protección de inversiones extranjeras. La decisión arbitral ha ordenado el pago de sumas dinerarias en favor de la demandante por la nacionalización de Guaracachi. En términos procesales, cabe que Bolivia pida una interpretación del laudo arbitral, habida cuenta que éste es de cumplimiento obligatorio de acuerdo a reglamento.
Dos precisiones. La primera: el laudo arbitral ha establecido una suma considerablemente menor en contra del Estado boliviano al pretendido en la demanda, lo que me hace presumir que la sensación de la demandante no ha sido la mejor una vez conocido el resultado y, la segunda, como están las cosas, Bolivia debe pagar y dar muestra de que respeta las decisiones de tribunales internacionales, más cuando existen razonadas probabilidades que la demanda contra Chile pueda ser favorable a nuestros intereses. No olvidemos el principio que manda que las obligaciones que surgen de los contratos internacionales y/o tratados, emergen del alcance del pacta sunt servanda, que no es otra cosa que el compromiso de cumplimiento de lo pactado.
El Estado boliviano no puede  tener dos discursos en relación al principio de acatamiento de fallos extranjeros.  Peor aún, no puede alentar el cumplimiento de uno, denostando al otro por no ser favorable. El concepto y el principio es uno solo. La señal que se dé, debe ser consecuente con aquello. Debe quedar claro que nos estamos jugando nuestro enclaustramiento. 

domingo, 2 de febrero de 2014

no había sido "tan así. Chile no es invulnerable. ni puede desatender razones" ahora se abre a Bolivia o tendrá grandes dificultades en lo interno y en lo externo. dostiene Carlos Mesa al analizar el fallo de La Haya que favorece a Perú con menoscabo de Chile, pese al costo supermillonario de un juicio de 8 años.

De aquí al próximo lustro hay dos caminos entre Bolivia y Chile; La Haya y una negociación bilateral que se haga en el ínterin. ¿Es el segundo camino una ingenuidad? No, es una opción práctica e inteligente que ambas naciones debieran ensayar una vez más, a pesar –o precisamente por– el juicio.
Superficie y profundidad. El fallo y sus consecuencias jurídicas, el impacto psicológico sobre los concernidos, la percepción de opinión pública. La celebración de la victoria, las preguntas sobre la derrota...
Se pueden hacer muchas consideraciones a propósito de la naturaleza y dimensión exacta del litigio peruano-chileno, sobre la mayor o menor gravedad del fallo de la Corte Internacional de Justicia (CIJ), sobre sus efectos reales… sí, pero, como en la guerra, en un juicio las partes buscan que sus razones sean escuchadas y aceptadas por el tribunal con el objetivo de favorecer su causa, es decir de ganar al otro litigante. Es pues una cuestión de ganar o perder. 
A nadie se le escapa, más allá de los matices, que Perú ganó la batalla jurídica en La Haya por mucho que los jueces hayan hecho lo posible porque la nación perdedora, Chile, preserve un espacio de soberanía plena en su mar territorial adyacente (12 millas). Para ello mantuvieron la línea paralela que da continuidad a la frontera con el Perú (línea de la Concordia)  y una zona económica exclusiva con el mismo trazo sólo sobre 68 millas hasta sumar un total de 80. A partir de ese punto, la CIJ reconoció plenamente la demanda peruana trazando una línea perpendicular que le otorga a Perú una zona económica exclusiva de 22.000 km2 y una proyección adicional de otros 30.000 km2. Con su decisión la Corte se guardó no modificar la proyección del mar territorial de Chile, sin duda el punto más sensible, porque afecta a la soberanía directa de las naciones litigantes (es allí donde la CIJ prefirió no meterse en honduras).
A efectos del interés de Bolivia, la sentencia nos permite subrayar la complejidad del término soberanía, pues si bien es verdad que Chile no perdió territorio continental ni mar territorial, sí perdió un espacio marítimo en el que ejercía un tipo de soberanía muy importante, la económica. El término Zona Económica Exclusiva se refiere a ello. Como suele ocurrir con los espacios geográficos en disputa, lo que está en juego son intereses económicos, en este caso la gran riqueza pesquera que ese triángulo tiene. Ese espacio es hoy peruano. El pequeño gran detalle es que la idea de pérdida territorial trasciende la soberanía clásica, concebida exclusivamente en la superficie terrestre. Visto así Chile perdió entre 20.000 y 50.000 km. de una zona marítima en la que de hecho ejercía una forma de soberanía. El consuelo cínico de algunos chilenos podría ser que el precio pagado por todo el territorio que le arrebataron al Perú en la Guerra del Pacífico es más que modesto.
Para Perú, pero sobre todo para Bolivia, se pone en evidencia una realidad que parecía un axioma inamovible; que la política exterior chilena ni es perfecta ni es invencible. Un país que en pleno siglo XXI enfrenta juicios internacionales con dos de sus tres vecinos, tiene una lectura cuando menos cuestionable de su vinculación geográfica inmediata. Mientras hace efectiva su inserción en la globalización traducida en un rosario de acuerdos bilaterales con decenas de países del mundo, sigue bloqueando con Bolivia las posibilidades de un desarrollo armónico y de beneficio mutuo.
El fallo, adicionalmente, debe plantear a los gobiernos chilenos algo que recibirán de su propia opinión pública, una sensación de agotamiento, no sólo sobre la esencia misma de su enfoque en las relaciones con sus vecinos, sino especialmente sobre el imperativo de terminar de una vez y para siempre con esos conflictos centenarios. Lo ocurrido con Perú es eso, el cierre -aparentemente definitivo- de una página traumática y dolorosa vinculada al pasado común. ¿Hasta cuándo Bolivia? Es la pregunta consecuente para nuestro vecino del sur.
La Haya le ha demostrado a Chile que no hay nada escrito en piedra, que no es verdad que no se puede tocar ni se tocará un solo centímetro de su territorio, y que la solución de sus controversias cuesta incalculablemente menos que su vigencia.
En ese contexto, hay una premisa básica que no debemos cansarnos de recordar. No existe posibilidad alguna de cerrar la página boliviana sin incluir la palabra soberanía plena en el acuerdo. Y conviene apuntar, para quienes tienen memoria frágil, que Bolivia no exige la restitución del territorio cercenado, sino menos del 3 por ciento de los 120.000 km2 de superficie y los 400 km lineales de costa que poseía. Si nos atenemos al fallo en cuestión y recurrimos otra vez al eventual cinismo que podrían ensayar determinados sectores de Chile, el precio a pagar justificaría sobradamente lo ganado con el guano, el salitre y el cobre que –frase hecha pero muy ilustrativa- fue y sigue siendo el sueldo de Chile.
De aquí al próximo lustro hay dos caminos entre Bolivia y Chile; La Haya y una negociación bilateral que se haga en el ínterin. ¿Es el segundo camino una ingenuidad? No, es una opción práctica e inteligente que ambas naciones debieran ensayar una vez más, a pesar –o precisamente por¬– el juicio.      

lunes, 27 de enero de 2014

nuestro editor lo había anotado. chambonada de Reymi Ferreira desconocer el carácter multilateral de la Reivindicación Marítima y reducirlo al bilateral que es lo que Chile quiere. en ocasión del G77 Bolivia no planteará nada. qué horror y tanto gasto para qué?

M ientras se espera el fallo de la Corte Internacional de La Haya sobre el diferendo marítimo entre Perú y Chile, el caso planteado por Bolivia en ese mismo tribunal genera un moderado optimismo en el país. Incluso si el fallo de La Haya sobre el caso peruano-chileno dispusiera modificar la situación existente, queda la duda de si lo acataría la parte que fuera afectada, por el antecedente del diferendo entre Colombia y Nicaragua. 

Un antecedente que debe preocupar a todos los países que esperan algún fallo de ese tribunal.

Sobre el caso Perú-Chile, desde Santiago sostienen los voceros del Gobierno que existe un convenio, firmado en 1954, que definió la actual división de lo que se llama el ‘dominio marítimo’ de 200 millas. En ese documento podría basarse una eventual decisión chilena de desconocer el fallo de La Haya, en caso de que fuera favorable a la demanda peruana, lo que parece muy probable.

Respecto al caso Bolivia-Chile, ya se sabe que el país vecino ha de alegar que existe el tratado de 1904 por el que se fijan las fronteras para siempre. Es decir que si incluso La Haya favoreciera la demanda boliviana, Chile podría desconocer el fallo aduciendo que se trata de un tema bilateral resuelto de manera definitiva.

Esta postura chilena no era compartida por Bolivia, que definía el enclaustramiento como una cuestión de interés multilateral. Pero ahora, el embajador boliviano para la reunión del grupo G-77 + China, Reymi Ferreira, ha dado la razón a Chile diciendo que el tema no sería tratado en esa reunión “porque es bilateral”, lo que debilita la causa boliviana.

Mientras se dan estos hechos y esta espera, miles de camiones bolivianos están varados, esperando que los puertos de Iquique y Arica sean habilitados para el comercio exterior boliviano. El tratado de 1904 dice que Chile garantiza el libre tránsito de personas y bienes bolivianos por los puertos que ocupó en la guerra de 1879. El cierre de los puertos, decidido en este caso por demandas sindicales, equivale al incumplimiento de compromisos incluidos en el tratado.
En tanto se espera noticias de La Haya, la actividad económica de todos los días en Bolivia es afectada por el cierre de los puertos chilenos que debían estar siempre disponibles, según el tratado de 1904. No se ha escuchado al Gobierno reclamar por esa situación como corresponde

viernes, 17 de enero de 2014

Ferreira flamante Embajador Adjunto ante la ONU para el tema de la cumbre de los G77, acaba de meter la pata reiterando que el asunto del MAR es bilateral entre Bolivia y Chile, por tanto no será tratado en la Cumbre de Junio, lo que provoca frustracion, fastidio a los bolivianos, tanto gasto, para qué? resulta que el Régimen parece olvidar que el asunto es multilateral (Doctrina Boliviana sobre la Reivindicación Marítima)

Bolivia no incluirá su centenario reclamo marítimo a Chile en la agenda de la cumbre del Grupo de los 77 (G77), que reúne a países emergentes, prevista para junio en Santa Cruz (este), dijo este viernes un delegado boliviano ante la ONU.
"Lo había planteado el presidente (Evo Morales) por principio, porque está en nuestra Constitución, pero no es prudente y podría afectar la realización de la cumbre y la asistencia de algunos delegados", admitió el embajador boliviano adjunto ante la ONU Reymi Ferreira en una conferencia de prensa en el presidencial Palacio Quemado.
fotografía al pie de la escalinata del Palacio. multilateral es el tema del MAR, no bilateral, o qué?

Chile es uno de los países miembros del G77 y debe enviar a sus representantes a la cita.
Al asumir la semana pasada en Nueva York la presidencia protémpore del G77, Morales mencionó que el reclamo a Chile por una salida al océano Pacífico, que perdió en una guerra a fines del siglo XIX, forma parte de las reivindicaciones permanentes de Bolivia.
El gobierno organiza a todo vapor la cita, que se realizará el 14 y 15 de junio en Santa Cruz (900 km al este de La Paz) pues le urge solucionar eventuales problemas hoteleros y aeroportuarios para albergar una masiva presencia de autoridades.
Ferreira consideró que "no es conveniente, no es el escenario" adecuado, el de la cumbre del G77, para posicionar la centenaria demanda de la salida soberana al mar.
"El presidente ahora representa a la organización más importante de países (en vías de desarrollo) que componen las Naciones Unidas, no sólo representa a Bolivia", indicó el diplomático.
El representante boliviano recordó que las cumbres del G77 analizan históricamente "temas comunes a los países, relacionados al medio ambiente, desarrollo, economía y comercio internacional".
Bolivia demandó el año pasado a Chile ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya para que Santiago dialogue y atienda el reclamo, aunque Santiago ha dicho que no negociará sobre su territorio.
Morales suele presentar el reclamo boliviano en todos los foros internacionales.
El Grupo de los 77 fue creado en 1964 en la ONU por 77 países en vías de desarrollo, pero actualmente está integrado por 130 naciones. 

viernes, 20 de diciembre de 2013

recomiendo lectura pausada y concentrada en el texto de Manfredo Kemppf. su bolivianidad trasciende cuando previene que SE se ubique, no se vaya la lengua en calificar a Chile de manera injerencista porque estará provocando una tormenta.

Guardar la proporciones es uno los aspectos que en la vida se deben respetar para evitar malos momentos y frustraciones. Quienes no guardan las proporciones creyéndose superdotados pueden darse de cara contra el muro. Los halagos desmedidos y el adulo meloso, provocan en algunas personas actitudes mesiánicas, porque creen lo que los zalameros o el vulgo les dicen. Eso es lo que lamentablemente sucede con S.E.
Son infinitas las citas que podríamos recordar de la desmesura con que S.E. se prodiga en el país. Páginas de anécdotas y declaraciones grabadas existen sobre la manera imperial con que el otrora humilde jovencito de Orinoca ha aprendido a mandar. Claro, ante los pusilánimes que abundan, y los adulones que pululan en torno al poder, S. E. hace gala del desprecio más grande por quienes antes temía. Se ha dado cuenta que, sin nadie que le haga sombra, sin nadie que se atreva a sugerirle prudencia, sin que nadie permita que tan siquiera se interrumpa su sueño pachacutista, puede hacer y deshacer a su gusto.
Eso, entre los bolivianos asustados y sumisos se está dando desde hace mucho tiempo. Ni los más pintados personajes del antiguo régimen se atreven con él. O el que se atreve recibe inmediatamente la citación de un fiscal. Pero donde S.E. se puede equivocar rotundamente es en no guardar las proporciones cuando trata con otras naciones, que, por lo demás, ya no creen en la plañidera historia del aborigen bondadoso y maltratado porque ya saben que detrás de esa careta está el rostro de la ambición desmedida.
Al margen de algunas lindezas que lanza periódicamente contra EE.UU. o que antes lanzó contra Perú, ahora preocupan las cosas que S.E. está hablando sobre la señora Bachelet y sobre las relaciones internacionales de Chile. No soy abogado de la señora Bachelet ni de su país (hemos visto que es muy peligroso que a alguien le endosen esa etiqueta), pero, desde luego, quiero que Bolivia, mi patria, no caiga en actitudes destempladas, que no aparezca como la suma de todos los absurdos, que no se vea a los bolivianos como a los grandes impertinentes.
S.E. ha reconocido, después de un lustro de despiste, que los chilenos le tomaron el pelo con eso de la Agenda de los 13 puntos y de la “confianza recíproca”. Un bello paquetito, bien presentado pero tramposo, donde se diluía hasta convertirse en nada la cuestión marítima. Fue una inesperada y refrescante tregua que tuvo la presidente Bachelet en el campo diplomático durante su gestión. Claro que S.E. no es hombre muy paciente y en cuanto se dio cuenta de la burla, por una torpeza del gobierno de Piñera (“nunca le daremos soberanía marítima a Bolivia”), pateó el tablero y del amor saltó directamente a los tribunales en demanda de divorcio, sin querer ni oír del menor avenimiento. Bien hasta ahí, aunque no estamos de acuerdo con lo de La Haya que no traerá sino previstas frustraciones.
Lo que no está bien es que, además de enviar mensajes descorteces a la candidata ganadora en Chile, preguntándose si será socialista o no, asunto que no le incumbe a él, quiera determinar cuál debiera ser la política exterior chilena en lo que hace a la integración. Si la impertinencia se la lanza en Shinahota, Chimoré, o Achacachi, el asunto no es tan grave, pero si S.E. se despacha tamaño despropósito en Venezuela, la cosa es distinta. Según la prensa nacional, fue en la Cumbre Extraordinaria de mandatarios del ALBA en Caracas, durante la semana que termina, donde S.E. lució sus talentos diplomáticos.
Dijo: “Si ella (Bachelet) sigue en la alianza del Pacífico, donde están los gobiernos pro imperialistas y pro capitalistas, no la voy a entender ni lo voy a aceptar”. Y: “yo dudo que sea socialista. Y acá (en Caracas) voy a hablar de frente, públicamente; si Bachelet sigue en la Alianza del Pacífico, quedará definido a quién corresponde, de dónde viene y qué quiere…Eso lo veremos oportunamente”. ¿Pero es posible? ¿No es una intromisión total en los asuntos de Chile lo que afirmó S.E.? ¿No es la impertinencia más atrevida en boca de un jefe de Estado? ¿Adónde hemos llegado en el campo diplomático? ¿Qué hace el Canciller que no le implora silencio a su jefe?
S.E.no sólo se arriesga a que Piñera le diga cuatro frescas por su imprudencia lo que ofendería también a Bolivia, sino que con lo que ha afirmado está dañando su relación con Perú, nuestro buen vecino, y con naciones tan importantes como México y Colombia. A los cuatro les dice que son pro capitalistas y pro imperialistas porque desean integrase comercialmente con China y las grandes economías asiáticas. ¿Quiere S.E. que Chile ingrese al ALBA y se vincule, como Bolivia, con las islas caribeñas y Venezuela? ¿Cree S.E. que una mentalidad ganadora y una economía próspera va a buscar a San Vicente y las Granadinas, Cuba, Barbuda, Dominica y Santa Lucía para hacer negocios? Además, por si S.E. no se ha enterado, Chile tiene la mejor relación bilateral con todos esos pequeños países caribeños, que lo apoyan en la OEA para desalentar nuestra demanda marítima. Eso, por si nos faltara algo.

domingo, 1 de diciembre de 2013

Los Tiempos puntual, como siempre en el tema marítimo, pide del Gobierno estrategia de negociación pragmática, seria, de largo aliento con Chile para llamar la atención del vecino en el marco de nuestra más que centenaria demanda.

Una impertinente declaración del Ministro de Relaciones Exteriores de Chile, en sentido de que ese país “no está dispuesto a regalar una parte de su territorio a Bolivia” para atender su demanda marítima, ha provocado que desde el país se le responda en forma contundente que Bolivia no exige ningún regalo, sino la devolución de una cualidad que se le arrebató mediante una guerra injusta.
No es difícil colegir que esa declaración es una muestra más de la errada administración de la política internacional de Chile que la ha conducido, como sostienen analistas chilenos, a un sostenido asilamiento de la comunidad subregional. Hay, salvo dentro del oficialismo, una percepción en el país vecino de que el Gobierno de Sebastián Piñera ha improvisado mucho en este campo, amparado en aquello de que en casos extremos todas las fuerzas cierran filas cuando se trata de asuntos internacionales.
Sin desconocer esa realidad, hay importantes señales en sentido de que la relación con Bolivia y su objetivo de buscar una solución de largo plazo a su demanda marítima ha salido de ese contexto de concertación. Si bien el tema no ha estado en la agenda de la campaña electoral –ni lo está en la que se desarrolla para la segunda vuelta–, han aparecido declaraciones de importantes personalidades en sentido de que una tarea a la que se debe dar prioridad en la gestión que con seguridad presidirá Michel Bachelet es a tratar de normalizar las relaciones con Bolivia.
No se trata de una cuestión de afecto o solidaridad, sino porque Chile requiere solucionar sus problemas con Bolivia y Perú si quiere consolidarse como una potencia regional, pues las permanentes tensiones con esas naciones se convierten en un ancla que le impide emerger como la potencia que quiere ser.
Ahora bien, el hecho de que muchos de los más lúcidos pensadores chilenos estén detrás de esa posición no significa que posesionada nuevamente la mandataria Bachelet las negociaciones con Bolivia irán sobre rieles como, en algunos momentos, parecerían pensar algunas de nuestras autoridades. Verdad de Perogrullo es sostener que el tema es tan complejo en Chile como lo es en el país y a la vez que hay consenso en que la gestión internacional de la administración Piñera ha sido mala, no queda muy atrás la percepción que se tiene de la actuación de nuestras propias autoridades que, por un lado, mucho improvisan cuando se refieren a las relaciones internacionales, y, por otro, pareciera que ven las relaciones con Chile como algo específico cuando lo que se requiere es dirigir la política internacional fundamentalmente alrededor de este tema, al que incluso se deben subordinar las afinidades ideológicas.
En este contexto, por donde se analice la segura reelección de Bachelet es una buena señal para el país, siempre y cuando también en Bolivia se diseñe una estrategia de acercamiento y negociación pragmática, seria y con visión de largo aliento. Sólo así podremos caminar hacia una posible atención a nuestra más que centenaria demanda marítima.