domingo, 1 de diciembre de 2013

Los Tiempos puntual, como siempre en el tema marítimo, pide del Gobierno estrategia de negociación pragmática, seria, de largo aliento con Chile para llamar la atención del vecino en el marco de nuestra más que centenaria demanda.

Una impertinente declaración del Ministro de Relaciones Exteriores de Chile, en sentido de que ese país “no está dispuesto a regalar una parte de su territorio a Bolivia” para atender su demanda marítima, ha provocado que desde el país se le responda en forma contundente que Bolivia no exige ningún regalo, sino la devolución de una cualidad que se le arrebató mediante una guerra injusta.
No es difícil colegir que esa declaración es una muestra más de la errada administración de la política internacional de Chile que la ha conducido, como sostienen analistas chilenos, a un sostenido asilamiento de la comunidad subregional. Hay, salvo dentro del oficialismo, una percepción en el país vecino de que el Gobierno de Sebastián Piñera ha improvisado mucho en este campo, amparado en aquello de que en casos extremos todas las fuerzas cierran filas cuando se trata de asuntos internacionales.
Sin desconocer esa realidad, hay importantes señales en sentido de que la relación con Bolivia y su objetivo de buscar una solución de largo plazo a su demanda marítima ha salido de ese contexto de concertación. Si bien el tema no ha estado en la agenda de la campaña electoral –ni lo está en la que se desarrolla para la segunda vuelta–, han aparecido declaraciones de importantes personalidades en sentido de que una tarea a la que se debe dar prioridad en la gestión que con seguridad presidirá Michel Bachelet es a tratar de normalizar las relaciones con Bolivia.
No se trata de una cuestión de afecto o solidaridad, sino porque Chile requiere solucionar sus problemas con Bolivia y Perú si quiere consolidarse como una potencia regional, pues las permanentes tensiones con esas naciones se convierten en un ancla que le impide emerger como la potencia que quiere ser.
Ahora bien, el hecho de que muchos de los más lúcidos pensadores chilenos estén detrás de esa posición no significa que posesionada nuevamente la mandataria Bachelet las negociaciones con Bolivia irán sobre rieles como, en algunos momentos, parecerían pensar algunas de nuestras autoridades. Verdad de Perogrullo es sostener que el tema es tan complejo en Chile como lo es en el país y a la vez que hay consenso en que la gestión internacional de la administración Piñera ha sido mala, no queda muy atrás la percepción que se tiene de la actuación de nuestras propias autoridades que, por un lado, mucho improvisan cuando se refieren a las relaciones internacionales, y, por otro, pareciera que ven las relaciones con Chile como algo específico cuando lo que se requiere es dirigir la política internacional fundamentalmente alrededor de este tema, al que incluso se deben subordinar las afinidades ideológicas.
En este contexto, por donde se analice la segura reelección de Bachelet es una buena señal para el país, siempre y cuando también en Bolivia se diseñe una estrategia de acercamiento y negociación pragmática, seria y con visión de largo aliento. Sólo así podremos caminar hacia una posible atención a nuestra más que centenaria demanda marítima.

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