Pese a todos los pronósticos de la izquierda chilena y a la convicción de la candidata socialista, Michelle Bachelet, de ganar en una primera vuelta las elecciones presidenciales de su país, ella no pudo lograr ese triunfo y deberá competir el próximo domingo 15 de diciembre, en una segunda vuelta, con la postulante de la derecha, Evelyn Matthei.
Empero, pese a todas los augurios optimistas de los nuevos aliados que ha adquirido la candidata para enfrentar esta pasada campaña, y que dan por descontada su victoria en esta segunda vuelta, paradójicamente son estas nuevas alianzas las que podrían alejarla de una cómoda victoria. La presencia del partido comunista, que de brazo con el partido socialista, reeditarían la Unidad Popular que encumbró a Salvador Allende y condujo a su gobierno hacia la inflación, el desabastecimiento, las violaciones a la Constitución y la injerencia castrista, esta vez la llevarían a transitar por la misma vía de los países de la ALBA, lo que añade a su cruzada graves sospechas de un quiebre de la institucionalidad republicana y del modelo económico que tanto éxito ha demostrado Chile.
Es lamentable, pero los pueblos que carecen de memoria suelen incurrir en los mismos errores que los llevaron a la ruina, baste ver el caso argentino, donde hace más de medio siglo se repiten con una pertinacia intolerable y en una suerte de sorprendente Déjávu, las causas que frenaron su desarrollo y su carrera hacia el liderazgo de América Latina.
En el caso chileno, de la misma forma como Manuel Zelaya hizo en Honduras, Bachelet anuncia la convocatoria a una Asamblea Constituyente, en una clara amenaza a las Fuerzas Armadas que con la actual Constitución gozan de prebendas que hicieron posible su apoyo irrestricto al equilibrio democrático que vive ese país desde hace más de dos décadas. Entretanto, todos vemos estupefactos como Chile se vuelve a embarcar en el Titanic del socialismo del siglo XXI, como si la tragedia venezolana no les infundiese ningún temor. Sin embargo, no debemos olvidar que ese 50% que se abstuvo de votar en la primera vuelta, podría constituirse en el factor decisivo que decida revertir el salto al abismo.
En lo que a las relaciones de Bachelet con Bolivia se refiere, es necesario que los incautos que piensan que su presencia en La Moneda se traduciría en nuestra salida al mar, es una quimera inalcanzable ya que si eso más suma a sus reformas, los militares y en especial los de la Marina, no solo la depondrán, sino que la hundirán al igual que a Allende.
Desde ya, su precaria victoria no le ha dado a Bachelet una cómoda mayoría en el Congreso, que le permita realizar las reformas que ha anunciado. Los militares parlamentarios que la actual Constitución reconoce, son precisamente una suerte de cancerberos amarrados allí por sus mandantes para afianzar su presencia en el acontecer político de la República; salvaguardar las gabelas que la ley chilena les confiere en los ingresos del cobre y, porque no, el de evitar o no, la vuelta de Pinochet en una segunda vuelta.
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