Con el fin de no tener inconvenientes con Bolivia, Chile ha decidido transitar por el camino más largo; por el más costoso, menos integrador, pero que lo zafe de los permanentes encontrones con su vecino. Está claro que La Moneda ha desechado los beneficios que le significaría comprar el gas boliviano, como parte de un remoto arreglo de nuestra demanda marítima. Ha optado por adquirir el gas natural licuado (GNL) aunque sea de los confines más lejanos de la tierra, antes de someterse, ni remotamente, a una dependencia energética de sus vecinos -Bolivia y Argentina- que la ve como muy riesgosa.
Después de la llamada “guerra del gas” que acabó derrocando a Sánchez de Lozada y del posterior topetazo entre Carlos Mesa y Ricardo Lagos, a lo que siguió la zonza diplomacia de la “molécula”, Chile continuó firme con su proyecto de abastecerse de GNL, aunque le costara mucho dinero licuar el gas natural enfriándolo a menos de 160º C, transportarlo en barco, y volverlo a regasificar. Argentina ya le había fallado por esos días en el suministro, así que no había mucho qué escoger. Más de 1000 millones de dólares le costó a Chile la planta de Quintero. Caro pero seguro, habrán pensado los chilenos.
Parece que estas cosas o se toman a la ligera o simplemente no se le advierten a S.E. Porque si él hubiera conocido la historia del GNL, tal vez habría evitado los desplantes del presidente Piñera. S.E. no hubiera necesitado provocar sonrisas socarronas entre sus colegas, sacando cuentas, inocentemente, de los ahorros que obtendrían las familias chilenas comprándonos gas barato y sobre los 900 millones de dólares que economizaría Chile, que sólo les importa a ellos. Los transandinos han elegido el camino más largo, pero el más confiable y seguro, así que si algún día nos compran gas será para abastecer sus regiones deprimidas del norte, pero ni pensar en una operación en gran escala como la que hicimos con Argentina y Brasil.
El gobierno del Estado Plurinacional se ha molestado mucho con las críticas que se le hicieron a S.E. luego de su visita a Santiago. Poco ha faltado para que se acusara de traidores a quienes reprobaron el planteamiento presidencial y lo manifestaron públicamente. Pero la verdad es que nadie supo que S.E. o que el Canciller hicieran alguna consulta, algún sondeo diplomático, algún lobby, para evitar el sopapo. Si se hubiera preparado algo tal vez, estando presentes en la reunión de la CELAC las naciones del ALBA, se habrían obtenido algunos aplausos, algún gesto de aprobación a lo dicho por S.E. y no solamente muecas burlescas.
Leyendo El Mercurio de Santiago nos hemos encontrado con otro asunto que se debe manejar con sumo cuidado y que ojalá no irrite a los zalameros de siempre. Se trata del corredor bioceánico que cruzará nuestro territorio uniendo los dos océanos. Esta es una obra monumental, que ha demorado décadas en construirse; que será inaugurada con wiphalas, coca, chicha, charanga, y malos discursos, seguramente; que va a beneficiar tanto a Brasil como a Bolivia y a los vecinos del Pacífico, a Chile en especial. Pues bien, hay que andarse con cuidado, porque en este tema vital, Chile puede optar también por el camino más largo.
No sabemos cuál será la fórmula, pero si los tramos bolivianos del corredor se manejan como el resto, el asunto no va a funcionar; pocos días de gloria tendrá la ruta bioceánica para nuestro país. Si los cocaleros bloquean un día en Yapacaní y otro en Chapare, si los “sin tierra” obstruyen el paso en Pailón o San Julián, si los movimientos sociales construyen barricadas de piedras Challapata, se va a paralizar el tráfico millonario de los “trailers” brasileños que irán hacia el Pacífico cargados de soya o de los chilenos colmados de salmón o fruta que correrán raudos hacia el Atlántico. ¿Podríamos imaginar tres mil camiones brasileños repletos de granos esperando que a cuatro gatos se les obedezca para que cultiven más coca o se les permita ocupar tierras ajenas? ¿O que el salmón chileno empiece a heder porque violaron a una jovencita?
Según El Mercurio, algunos periodistas chilenos ya han observado que no se les vende combustible a vehículos con patente extrajera, si falta la “factura internacional”. Suponemos que Bolivia, con razón, no quiere vender a foráneos su gasolina a precio subvencionado, pero alguna solución se le debe dar al problema. Luego hay que ver eso del cobro atrabiliario en las trancas fantasmas. También el trato descomedido y torpe de las brigadas antinarcóticos que revisan hasta debajo de los asientos y que demoran al viajero.
Para muestra hacemos notar líneas de un editorial de El Mercurio que dice: “Si Bolivia no activa su interés por participar en esos corredores bioceánicos, corre el riesgo de que estos, cuando se establezcan, se desplieguen por vías más largas pero más expeditas, sin su participación…”. Se debe tener en cuenta que Argentina tiene interés de que la ruta bioceánica pase por Mendoza y que existe otro corredor que pasa por Perú, rozando el norte de Bolivia.