Está claro que la única persona en Bolivia que cree que el canciller Choquehuanca merece una condecoración por su actuación en la última reunión de la OEA es S.E. Mientras todos despotrican por la floja actitud boliviana, y la oposición pide la renuncia del Ministro de Relaciones Exteriores, el Gobierno se empecina en afirmar que todo estuvo bien. Es que en el MAS hay maestría para dar vuelta las cosas y meter gato por liebre. No tardará en salir spots hablando de un resonante triunfo diplomático.
Bolivia acudió a San Salvador con la idea de reflotar la resolución de 1979, aunque ahora se lo niegue. El Vicepresidente se refirió claramente al tema. Y hasta el embajador en la OEA, el señor Pary, afirmó, hace un par de semanas, que Bolivia contaba con 15 votos “seguros” en el organismo. ¿Votos para qué? ¿Votos de quiénes? Justamente para reponer la resolución de 1979, que instaba a Chile a darle una solución satisfactoria al enclaustramiento nacional, con soberanía. Ahora Bolivia tuvo que recular, porque afortunadamente se dio cuenta que ya no habría los apoyos de antes. Hasta Venezuela demostró una timidez conmovedora, cuando habló de que tenía la esperanza de que la “aspiración” boliviana se solucionara. Al final, agua de borrajas.
En vista de que no se obtuvo nada, S.E. dijo algo que no es cierto en modo alguno. Afirmó que en más de 100 años transcurridos, por primera vez Chile “reconoce que hay un tema de diferendo con Bolivia”. A S.E. no le han contado que Chile reconoció, por escrito, varias veces, que había un grave asunto a solucionar con Bolivia. Se plasmó en las notas Ostria-Walker Larraín de 1950 y en las negociaciones de Charaña, por supuesto. Así que ese no es motivo para felicitarse.
Pero de las derrotas se pueden obtener ventajas y hasta victorias si se trabaja bien. Hubo algo muy importante que dijo el canciller chileno, cuando afirmó que su país “no está en condiciones de entregar un acceso soberano, sin compensaciones territoriales”. Eso es lo que se podría aprovechar positivamente si los bolivianos queremos ubicarnos en la realidad. Lamentablemente, cuando el canciller Choquehuanca afirmaba que esperaba que la propuesta de canje de territorios sea por escrito, S.E. pateaba el tablero, una vez más, asegurando que “eso no está en la Constitución”. Son las contradicciones de siempre dentro del MAS; la falta de comunicación y coordinación. La falta de diplomacia.
El cómo de una negociación marítima no está en la Constitución, efectivamente. Pero tampoco la Constitución prohíbe que se negocie un canje de territorios con Chile. Eso no existe. Lo que sucede es distinto y tiene que ver con que durante las negociaciones Banzer-Pinochet la condición para un arreglo era el canje simultáneo de territorios, que “podría ser continuo o integrado por distintas porciones de territorio fronterizo”. Es una falacia y un embuste aquello de que Chile hubiera exigido los Lípez o el salar de Uyuni a cambio del corredor al norte de Arica. Eso esgrimía la irracional oposición a Banzer, temerosa de un éxito diplomático que presuntamente podría eternizarlo en el poder. Con una opinión pública adversa, y una actitud acomodaticia de Perú, la negociación naufragó y el canje de territorios se convirtió en un estigma nacional.
S.E. es un mandatario que mueve masas, que no tiene una oposición contundente, y que es obedecido por muchos sectores de la población. Tiene el Congreso y el resto de los poderes en sus manos. Su amigo Humala ha dicho que Perú no será un obstáculo para Bolivia. Si en verdad desea darle una solución a nuestro enclaustramiento marítimo que tome en cuenta la posibilidad del canje territorial. Es necesario que S.E. haga conciencia de que el país entrará a la negociación con 1.069.094 km.2 y que al finalizar la misma no tendrá ni un metro más ni uno menos, pero tendrá costa, que es lo que nos importa. Es decir que Bolivia conservará exactamente el mismo territorio y habrá cumplido con su más que centenario objetivo.
¿Es doloroso para los bolivianos? ¡Claro que sí! Cómo no va a ser si Chile nos arrebató todo nuestro rico litoral. Pero ahí está Chile desde hace más de 130 años con todo su poderío económico y militar. Amenazante como ahora e impasible. ¿Queremos o no queremos retornar al Pacífico? ¿Vamos a seguir con la Agenda somnolienta de los 13 puntos? ¿Vamos a enredarnos y extraviarnos en el laberinto de juicios ante tribunales internacionales, sin recursos económicos ni humanos? ¿Vamos a seguir buscando en la OEA resoluciones con las que ya podríamos empapelar los muros de la Cancillería?
Si se trata de verdadero patriotismo, hay que ir por el único camino posible. Si lo que se quiere es hacer show y marear la perdiz, ningún argumento será válido. Hay que tener coraje, desde luego. Y fuerza política. Para que no hayan pretextos, naturalmente que al departamento que deba ceder territorio para el arreglo con Chile se le incorporará la zona marítima. Si el canciller Moreno ha insinuado la posibilidad del canje, habrá que recoger el guante u olvidarse del mar para siempre.
Bolivia acudió a San Salvador con la idea de reflotar la resolución de 1979, aunque ahora se lo niegue. El Vicepresidente se refirió claramente al tema. Y hasta el embajador en la OEA, el señor Pary, afirmó, hace un par de semanas, que Bolivia contaba con 15 votos “seguros” en el organismo. ¿Votos para qué? ¿Votos de quiénes? Justamente para reponer la resolución de 1979, que instaba a Chile a darle una solución satisfactoria al enclaustramiento nacional, con soberanía. Ahora Bolivia tuvo que recular, porque afortunadamente se dio cuenta que ya no habría los apoyos de antes. Hasta Venezuela demostró una timidez conmovedora, cuando habló de que tenía la esperanza de que la “aspiración” boliviana se solucionara. Al final, agua de borrajas.
En vista de que no se obtuvo nada, S.E. dijo algo que no es cierto en modo alguno. Afirmó que en más de 100 años transcurridos, por primera vez Chile “reconoce que hay un tema de diferendo con Bolivia”. A S.E. no le han contado que Chile reconoció, por escrito, varias veces, que había un grave asunto a solucionar con Bolivia. Se plasmó en las notas Ostria-Walker Larraín de 1950 y en las negociaciones de Charaña, por supuesto. Así que ese no es motivo para felicitarse.
Pero de las derrotas se pueden obtener ventajas y hasta victorias si se trabaja bien. Hubo algo muy importante que dijo el canciller chileno, cuando afirmó que su país “no está en condiciones de entregar un acceso soberano, sin compensaciones territoriales”. Eso es lo que se podría aprovechar positivamente si los bolivianos queremos ubicarnos en la realidad. Lamentablemente, cuando el canciller Choquehuanca afirmaba que esperaba que la propuesta de canje de territorios sea por escrito, S.E. pateaba el tablero, una vez más, asegurando que “eso no está en la Constitución”. Son las contradicciones de siempre dentro del MAS; la falta de comunicación y coordinación. La falta de diplomacia.
El cómo de una negociación marítima no está en la Constitución, efectivamente. Pero tampoco la Constitución prohíbe que se negocie un canje de territorios con Chile. Eso no existe. Lo que sucede es distinto y tiene que ver con que durante las negociaciones Banzer-Pinochet la condición para un arreglo era el canje simultáneo de territorios, que “podría ser continuo o integrado por distintas porciones de territorio fronterizo”. Es una falacia y un embuste aquello de que Chile hubiera exigido los Lípez o el salar de Uyuni a cambio del corredor al norte de Arica. Eso esgrimía la irracional oposición a Banzer, temerosa de un éxito diplomático que presuntamente podría eternizarlo en el poder. Con una opinión pública adversa, y una actitud acomodaticia de Perú, la negociación naufragó y el canje de territorios se convirtió en un estigma nacional.
S.E. es un mandatario que mueve masas, que no tiene una oposición contundente, y que es obedecido por muchos sectores de la población. Tiene el Congreso y el resto de los poderes en sus manos. Su amigo Humala ha dicho que Perú no será un obstáculo para Bolivia. Si en verdad desea darle una solución a nuestro enclaustramiento marítimo que tome en cuenta la posibilidad del canje territorial. Es necesario que S.E. haga conciencia de que el país entrará a la negociación con 1.069.094 km.2 y que al finalizar la misma no tendrá ni un metro más ni uno menos, pero tendrá costa, que es lo que nos importa. Es decir que Bolivia conservará exactamente el mismo territorio y habrá cumplido con su más que centenario objetivo.
¿Es doloroso para los bolivianos? ¡Claro que sí! Cómo no va a ser si Chile nos arrebató todo nuestro rico litoral. Pero ahí está Chile desde hace más de 130 años con todo su poderío económico y militar. Amenazante como ahora e impasible. ¿Queremos o no queremos retornar al Pacífico? ¿Vamos a seguir con la Agenda somnolienta de los 13 puntos? ¿Vamos a enredarnos y extraviarnos en el laberinto de juicios ante tribunales internacionales, sin recursos económicos ni humanos? ¿Vamos a seguir buscando en la OEA resoluciones con las que ya podríamos empapelar los muros de la Cancillería?
Si se trata de verdadero patriotismo, hay que ir por el único camino posible. Si lo que se quiere es hacer show y marear la perdiz, ningún argumento será válido. Hay que tener coraje, desde luego. Y fuerza política. Para que no hayan pretextos, naturalmente que al departamento que deba ceder territorio para el arreglo con Chile se le incorporará la zona marítima. Si el canciller Moreno ha insinuado la posibilidad del canje, habrá que recoger el guante u olvidarse del mar para siempre.
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