Si partimos desde la vereda de la buena fe, y creemos que un grupo de esforzados soldados bolivianos, luchando contra el contrabando, cometieron el error de traspasar la frontera con Chile, igualmente, no queda otra alternativa que reconocer que nuestros soldados cometieron un grave error. Si a esto se añade el que los efectivos bolivianos, que obviamente estaban armados, fueron interceptados cuando se trasladaban en coches que tenían placa chilena y que estaban denunciados por robo, es comprensible que los soldados en cuestión hubieran sido confundidos, ya sea por impostores que se estaban haciendo pasar por militares bolivianos o por militares bolivianos que estuvieran dedicados a un acto delictivo. (Recordemos que no hace mucho, Chile tuvo una fehaciente demostración de cuan poco honorable puede ser un uniforme boliviano, me refiero por supuesto a Sanabria).
El que en un lapso de tan poco tiempo, no más de 72 horas, los militares bolivianos hubieran sido expulsados del país, podría ser visto como un gesto de parte de las autoridades chilenas de no hacer más ola con el asunto. El hecho no era un incidente insignificante, y el tiempo que tomó todo el proceso fue increíblemente corto.
Ahora bien, las imágenes que se han visto en la televisión chilena de los momentos en que los soldados bolivianos eran trasladados de un recinto a otro, enmanillados y con las cabezas y caras cubiertas, son ciertamente denigrantes, pero no por el enmanillado, sino porque los soldados optaron por cubrirse las caras, como acostumbran hacerlo los presuntos delincuentes expuestos ante los medios de comunicación en nuestro país. Ese comportamiento muestra una cierta falta de dignidad. Digo, si esos oficiales del Ejército boliviano estaban cumpliendo a cabalidad con sus obligaciones, si estaban sirviendo a su patria en la noble lucha contra la criminalidad en la frontera, ¿por qué tenían que ocultar sus rostros?
No crea usted amigo lector que quiero incriminar a los militares por un simple gesto, el que se hubieran escondido, el que no hubieran dado la cara, no los hace culpables de ningún delito, pero los muestra poco dignos, sin la entereza que se debería esperar precisamente de gente que tiene una formación militar. Seamos claros, el cruce de la frontera mostró una gran torpeza y la actitud a la hora de enfrentarse a la prensa chilena mostró falta de carácter. Difícilmente se pueden encontrar motivos para una condecoración.
No crea usted amigo lector que quiero incriminar a los militares por un simple gesto, el que se hubieran escondido, el que no hubieran dado la cara, no los hace culpables de ningún delito, pero los muestra poco dignos, sin la entereza que se debería esperar precisamente de gente que tiene una formación militar. Seamos claros, el cruce de la frontera mostró una gran torpeza y la actitud a la hora de enfrentarse a la prensa chilena mostró falta de carácter. Difícilmente se pueden encontrar motivos para una condecoración.
La condecoración conferida el viernes pasado es un despropósito, no porque pudiera disgustar a Chile, sino por las razones arriba expuestas, pero la pretensión de hacer reclamos sobre una supuesta violación a los derechos humanos de los soldados es además una muestra de inaceptable cinismo por parte de Evo Morales. Valga la oportunidad para recordarle a Rolando Villena las tareas que el Defensor del Pueblo tiene pendientes en lo que respecta a la violación de derechos humanos durante el régimen evista. ¿Recuerda amigo lector cómo algunos opositores al Gobierno fueron trasladados a La Paz, desde sus ciudades, con cinta adhesiva de embalajes alrededor de sus ojos?
El autor es periodista independiente
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