El presidente de Chile, Sebastián Piñera, como hizo su antecesora Michelle Bachelet, se muestra ante el Gobierno de Bolivia como un gobernante preocupado y dispuesto a dar solución definitiva a la demanda boliviana de un puerto soberano, en compensación de los territorios invadidos y retenidos por Chile en la llamada Guerra del Pacífico, en el año 1879.
El “avance” del contencioso durante el gobierno de la socialista Bachelet fue la confección de una “agenda de trece puntos”, entre los que estaba, se decía, la reivindicación marítima de nuestro país.
Sólo días después de la asunción al mando, Piñera ratificó públicamente que las negociaciones con Bolivia se harían sobre la misma agenda.
Aquella esperanza con que comenzaron las conversaciones con la señora Bachelet no dio frutos y se diluyó en la fraseología diplomática, hasta terminar con un bofetón de la ya ex presidenta, cuando aseguró que jamás había considerado ni hablado de ceder soberanía territorial a Bolivia.
Utilizando un silogismo simple, se debe entender que en la traída y llevada agenda de los trece puntos, no figura ni siquiera la discusión de lo que los bolivianos exigimos desde hace más de un siglo: soberanía marítima, como un acto de justicia histórica.
No hubo con Bachelet ni hay con Piñera.
Se debe señalar que la ex presidenta y el actual, pertenecen a los dos polos políticos en Chile: la primera es socialista y el segundo es conservador.
El único Presidente chileno que tuvo voluntad y claridad para hablar de una devolución de los territorios arrebatados mediante una guerra injusta fue Salvador Allende, víctima de un golpe militar sangriento.
El otro hito que, ciertos historiadores, señalan como favorable a nuestra demanda, es el famoso abrazo de Charaña, entre los dictadores de Chile, Augusto Pinochet, y el de Bolivia, Hugo Banzer. Pero, la concesión del corredor que ofrecía Pinochet no era tal, sino un canje territorial con las ricas reservas de litio del sur de Bolivia.
Volviendo al presente, la información llegada de Santiago dice que la segunda reunión de Piñera con los jefes de todos los partidos políticos de su país, estuvo dedicada al análisis del tema boliviano. Allí, según informa la prensa, el Presidente chileno mostró su preocupación porque la Constitución Política del Estado de Bolivia proclama el irrenunciable derecho marítimo y la ratificación o denuncia de tratados internacionales. Piñera se ha fijado el año 2012 para tener solucionado el problema.
La diplomacia chilena está reconocida como una de las más hábiles del continente, especialmente respecto a los recursos naturales, que no los tiene en abundancia.
De Bolivia ya ha obtenido, mediante las armas y luego por tratados, los ricos yacimientos de cobre y azufre; ahora mismo aprovecha, desde hace más de cien años, las aguas del
Silala, provenientes de manantiales de Potosí.
En resumen, respecto a la demanda de puerto y mar de Bolivia, no podemos esperar sino respuestas ambiguas o ampliaciones de facilidades de comercio por su territorio que, se debe decir, beneficia quizás más a la empobrecida región norte de Chile.
Soberanía es la palabra que impide una solución justa a nuestra exigencia, porque la constante chilena, con gobiernos de cualquier ideología es, precisamente, lo contrario.
Mientras nacen, mueren y renacen esperanzas en Bolivia, por nuevas negociaciones, ofertas relativizadas y simulaciones de la diplomacia del país vecino que, en realidad, son maquillajes, éste continúa gozando del agua boliviana gratuita -la dulce y la salada- y otros recursos naturales que fueron nuestros.
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