Aquel 14 de febrero
Mauricio Aira
Se respiraba un aire raro mezcla de optimismo y de penumbra. Había pasado un rato desde cuando el Plenipotenciario Guillermo Vea Murguía regresara de Santiago y señalando su carpeta de viaje “traigo aquí la salida al mar” y desde aquel momento una febril actividad irradió desde la Cancillería. Había que socializar el conteniendo de la propuesta chilena dispuesta a ceder una costa marítima soberana, unida a Bolivia por una faja (corredor se llamó siempre) territorial igualmente soberana.
Reiteraba Chile en famosa comunicación de Pinochet a Bánzer la cesión de una franja de territorio al norte de Arica hasta la línea de la concordia teniendo como norte la frontera con Bolivia y al sur la quebrada de Gallinazo. Bolivia cedería a cambio un territorio limítrofe con Chile de igual extensión en calidad de compensación al área de tierra y mar concedida por Chile.
Sendas comisiones organizó el Canciller para estudiar uno tras otro los 18 acápites del memorándum. Al parecer las FFAA y las agrupaciones políticas que apoyaban a Bánzer habían aceptado la propuesta y los expertos explayaban respuestas concretas hasta que una frondosa delegación de notables presididos por Gaby de la Reza se hizo presente en La Paz a invitación expresa del Presidente y los cochabambinos del Gabinete entre ellos Jorge Rojas Tardío para analizar el texto mismo de La Moneda, transportada en aeronaves muy temprano de mañana.
Diversas publicaciones de los protagonistas del encuentro han enfatizado dos puntos de la proposición. El cuarto que puntualizaba: “Bolivia renuncia para siempre y en forma solemne a su doctrina de –reivindicación- y proclama su adhesión al pacto”. Es claro que Cochabamba rechazó de inmediato el desmedido condicionamiento que tenía que ver con la dignidad, la justicia y el permanente ideal de retorno al mar sin condiciones. El punto once, preveía que el canje debía efectuarse con tierras altas de Potosí, ricas en minerales de alto valor estratégico. Ningún potosino estaba dispuesto siquiera a considerar tal exigencia. Más de un líder cívico potosino retrucó “antes pasarán sobre nuestros cuerpos sin vida que ceder un metro a los chilenos”.
Los Tiempos ha mantenido desde siempre la línea reivindicacionista por lo que ofreció en forma generosa todo su respaldo a las actividades del Comité Pro Mar fundado por la patricia Gaby de la Reza conocida por su celo patriótico y su vocación marítima, nada extraño que por mediación de su codirector Julio César Canelas ofreciera su edición del 14 de febrero de 1976 al análisis de la propuesta y las respuestas de los ciudadanos. El Pro Mar ofreció un pronunciamiento que Los Tiempos publicó en toda una página con valentía y coraje. El rechazo a la propuesta que comparó “con un plato de lentejas” y con “las migajas de la mesa del rico Epulón” lo que no gustó para nada al amigo de Pinochet que ordenó al General Azero comandante de la VII División de Ejército una pronta investigación de la autoría y las vinculaciones del organismo cívico con agrupaciones peruanas.
El cronista fue citado al despacho del General Azero quien sin dejar de lado su proverbial amabilidad le increpó duramente por la producción de aquel documento. “No se trata de expresiones personales, es el pensar de todo el Comité” respondió matizando el grave error que significaría aceptar sin más la propuesta del General Pinochet.
Mucho más tarde supimos que Azero representó ante el Jefe de Estado la naturaleza patriótica del Comité Pro Mar y su absoluta prescindencia de ninguna vinculación política y menos con el Perú.
Poco después de aquel “14 de febrero de 1976” muy a sotto voce, la Cancillería peruana a nombre de su Gobierno, firmante del tratado de Paz y Amistad, desbarató los planes de ambos militares con un argumento muy simple “Chile no puede ceder a Bolivia territorios que no le pertenecen”, con lo que se cumplía el axioma “Perú tiene la llave del candado con que Chile cerró la puerta al mar para Bolivia”