sábado, 4 de febrero de 2012

Freddy Flores de OPINION nos recuerda que "el vencedor" le impone sus razones "al perdedor" como ocurrió con la Guerra del Pacífico

Al hacer un recuento sobre hechos jurídico políticos en los que incursiona el Estado boliviano, encuentro en este día algo relevante, es cuando el Poder Legislativo de Bolivia aprueba con la Ley del 4 de febrero de 1905 el Tratado de Paz y Amistad firmada en Santiago de Chile el 20 de octubre de 1904 -tratado por el cual se da fin a la guerra del Pacífico de 1879 a 1883 y Bolivia pierde definitivamente su acceso al mar-, a la vez, ratificadas por los gobiernos de Bolivia el 10 de marzo de 1905 y de Chile el 5 de febrero de 1905.

Un tratado es un acuerdo entre sujetos o actores internacionales que son los Estados; sin embargo, cuando se trata de convenios tras una guerra éstos, normalmente, son firmados bajo criterios y cánones que impone el vencedor. Innegable, la historia de la guerra así lo sustenta. En lo que nos atañe sucedió aquello.

A propósito, veamos lo que dice Aguiles Vergara Vicuña, patriota chileno de estirpe nacionalista, quien de propia estimación hace crítica respecto la firma del Tratado, expone en su obra: Mar nexo de paz entre Chile y Bolivia: “Incuestionablemente cualquiera sea la acepción que en Chile exista sobre la razón y justicia de la demanda boliviana, el hecho tangible y evidente será que éste país defenderá el producto de su victoria y que no permitirá sin ser vencido o arrasado, una forzada brecha de solución de continuidad en su territorio. Y si en tal solución se persiste se haría inevitable lo que por tantas razones convendría evitar: una nueva guerra entre los dos pueblos; y en ese caso hipotético, Bolivia vendría a colocarse en una posición irreal, pues, al exagerar sus expectativas buscando una reparación integral, caería en una pugna sin fin, con peligro de ver malograrse su objetivo lógico y util”. Es ésta la política real, permanente e inmutable que dirige las líneas de acción chilenas con respecto a nuestro derecho al mar. 

Es bueno enfatizar, por lo tanto, que en política exterior, las estrategias se mueven sobre tres ruedas, la persuasión para convencer, la disuasión para frenar y la coacción para forzar. Nosotros, no estamos capacitados para combinar estos elementos por la apatía política de fomentar estudios estratégicos y geopolíticos que preparen profesionales aptos para negociar diplomáticamente, no somos capaces de acumular medios para repeler porque desunidos y desapegados al trabajo sacrificado vivimos, sin fuerzas para generar poder seguiremos firmando ampliando nuestro propio sometimiento.

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