Enfrentar una batalla, aun con el resultado adverso, suele ser honorífico; los Colorados de Bolivia se vistieron de gloria. Pero el no saber cómo hacerlo o blandir el palo de ciego, es otra cosa. Es “luchar contra nadie en la batalla”, como canta Ángela Carrasco. ¡Más de un siglo sin una política definida! Algo nos pasa. Cada gobierno hace más larga la distancia. Hoy estamos “Tan lejos del mar”.
Alguna vez estuvimos cerca. Mariano Baptista, el Gran Tribuno, logró que el usurpador aceptara -como base de negociación- que el Litoral sea ocupado solo por diez años como compensación por gastos de guerra, al cabo de los cuales el territorio cautivo volvería a su primitiva soberanía. Pero Bolivia, en lugar de aferrarse a esa propuesta aceptada por la delegación chilena, la rechazó. (“Tiempo contado”, Alberto Crespo R.)
Aquello sucedió apenas finalizada la guerra, en lo calientito, como se diría (1880). La posición chilena ha ido evolucionando desde una actitud comprensiva y flexible al principio, hasta la dureza despótica de hoy. Por su lado, Bolivia no pudo concretar una política firme y coherente con su derecho de acceso soberano al mar. Según Roberto Prudencio, “no era Chile que estuviera mareado con su victoria, sino Bolivia con su derrota”. En 2013 la élite política de dentro y fuera del gobierno sigue mareada.
A falta de una línea maestra a seguir, trazamos un periplo errático increíble. En la negociación de Charaña (1975), Lima respondió a la consulta con la frialdad de un país ajeno al problema; es que Bolivia ignoró al Perú, al que tiene la llave del candado que puso Chile. Allí se evidenció que el empeño unilateral de Bolivia es inconducente. La solución integral y definitiva pasa por la devolución de Arica a su legítimo dueño, y ese puerto natural de Bolivia vendrá algún día de manos del Perú.
Al asociar mar con gas tocamos los extremos. De “ni una molécula a Chile”, a la invitación de “compartir el tema del gas” de ahora último. Mezclamos con la ideología política para hablar de “confianza mutua”, y con las fronteras para especular sobre un error militar. En una época la reivindicación marítima suena en los foros internacionales y en otra es sólo un asunto bilateral. Se ha dejado la “diplomacia de los pueblos” para recurrir a la Corte Internacional de La Haya. Y el problema, entre tanto, permanece incólume: ¿qué hacer para que Chile sienta la reparación de esa injusticia como una necesidad propia? ¿Cuál es su talón de Aquiles? La baladronada retórica y agresiva no es el camino.
Melgarejo se propuso cierta vez llegar con sus tropas hasta Francia, y cuando le preguntaron por dónde se iría, el Capitán del Siglo, con su habitual aplomo y arrogancia inconsciente, respondió: “por el desecho, pues, por el desecho”.
El autor es pedagogo y escritor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario