viernes, 9 de julio de 2010

Winston Estremadoiro se refiere a la trayectoria del MAS, sin siquiera nombrarlo y su manoseo de los más caros anhelos de la nación como el MAR

Decir “camarón que se duerme se lo lleva la corriente” es chocante en una Bolivia sin mar, donde lo más cercano a los marinos son los cangrejos tarijeños, que confieso me supieron a tostado de cucarachas. El adagio da luces sobre la política de hidrocarburos del gobierno de Evo Morales, amén de prestarse a ponderar si los “movimientos sociales” ejercen apoyo espontáneo, como quieren hacer creer, o se mueven los hilos desde el Palacio de Gobierno.

Partamos de anotar que los que mandan son los mismos que le hicieron el juego a los intereses peruanos –si es que no recibieron recursos– atizando la mentada guerra del gas. Sus “movimientos sociales” tumbaron gobiernos democráticos, al clamor de oponerse a que el gas natural saliera por puerto chileno a mercados de exportación en México y EEUU. Luego, en el poder, culminaron en la llamada nacionalización de hidrocarburos, no sin antes dar un golpe de timón a las relaciones diplomáticas con el agresor de la Guerra del Pacífico, Chile, y nuestro aliado de entonces, Perú.

En efecto, después de hacer naufragar el proyecto del Pacific LNG al sur de Iquique, con la ventaja adicional de un enclave boliviano en lo que fuera nuestro Litoral, empezó una estrategia de arrumacos con Michele Bachelet. Punto alto para el ego de Evo fue visitar un estadio santiaguino resonante de gritos de “mar para Bolivia”, sin precisar el quid del asunto: con o sin soberanía.

Al mismo tiempo, el gobierno chileno avanzaba en el proyecto de dos puertos para recibir gas líquido de barcos metaneros. Quinteros ya está operando: bombea gas reconvertido a estado gaseoso a todo el valle central y el sur chilenos, con la opción de reexportar gas a la Argentina. En lo que fuera el litoral boliviano, la explotación de antaño de guano y salitre, y hogaño del cobre, se complementará a futuro con el litio. En el megapuerto de Mejillones, con gas de barcos metaneros de ultramar (y agua de los manantiales de Silala), se completará el bypass de la levantisca Bolivia, para llevar la producción industrial de Brasil a los mercados asiáticos. Hace poco el presidente Piñera dio el portazo final a los sueños portuarios soberanos de Bolivia.

Desde el Tratado de Ancón en 1929, se dice que Chile puso el candado y Perú guarda la llave a las pretensiones bolivianas de una salida soberana al Pacífico, por territorios que fueran peruanos antes de la Guerra del Pacífico. La política internacional de los vecinos occidentales con la enclaustrada Bolivia es un péndulo que oscila entre ofertas chilenas y negativas peruanas, y viceversa, cual manzanas que motivan a un hambriento sunicho y le hacen trotar al ritmo que le imponen.

No fue por cuestión portuaria que Perú puso trabas al Pacific LNG atizando jingoísmos altiplánicos en contra del usurpador del Litoral. La madre del cordero es que Perú tenía Camisea, con unos 13 TCF de reservas probadas, contrastado a unos 48 TCF de Bolivia. Pero este es un negocio en que las reservas valen poco si no se extrae el gas de las profundidades, lo que requiere inversiones de monta. Mientras Bolivia se regodeaba con sus reservas, el gobierno de Evo Morales le mostraba los dientes al Perú y ahuyentaba inversiones con su nacionalización mussoliniana y atropellos a ejecutivos petroleros. Causan risa los prospectos actuales de otra planta procesadora de gas en el campo Margarita, cuando se necesita una media docena. ¿Para vender gas a quién?

¿Resultados concretos? Chile rehusó depender de Bolivia, así fuera más caro el gas de ultramar. Perú apercolló los fondos reprogramados de las transnacionales en Bolivia –hasta firmas contratistas bolivianas migraron a sus entornos más favorables para la inversión–. La cereza de la torta fue la inauguración de la primera planta de licuefacción de gas natural en Sudamérica, con la cual Perú se convierte en protagonista del sector energético regional, papel que le correspondía a Bolivia. La puesta en operación de la Planta Melchorita incluye una terminal marina y un gasoducto de 408 Km desde Camisea. Han aumentado en proporción geométrica inversiones en exploración, con excelentes perspectivas.

¿Y Brasil? Iluso sería que una indudable potencia regional, en camino a convertirse en mundial, dependiera del gas natural que proviene de un vecino tan inestable y caprichoso. Concentraron inversiones en la cuenca presal de su mar territorial, encontrando gigantescos reservorios de gas y petróleo. De pronóstico incierto es la continuación de la exportación boliviana de gas, de terminar el ciclo de Lula da Silva y perder las elecciones su sucesora. Con el pobre desempeño de su selección de fútbol en el Mundial, se le fue de las manos un punto importante a su favor, luego de que Brasil fuera elegido sede del próximo torneo futbolístico en 2014.

¿Y Argentina? Pura conversa fiada son los avances en el Gasoducto del Norte, y con él, las exportaciones menores a Uruguay y Paraguay.

En el mundo al revés de la historia boliviana, los perdedores de batallas llegan a Palacio. Abundan ejemplos de posguerra tanto en la del Pacífico como en la Guerra del Chaco. Novedosa versión contemporánea es tal vez un mariscal cocalero al que la historia le endilgará las derrotas de la política de hidrocarburos en Chile, Perú y Brasil. ¿No será que los bolivianos se asemejan a los argentinos, que pese a la humillación alemana en el Mundial de Fútbol, persisten en Maradona?

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