jueves, 21 de noviembre de 2013

Mario Rivero expresa un punto de vista muy particular con relación al viraje en la política de Chile, evoca a Pinochet cuya imagen de alguna manera está presente en la mente del colectivo vecino y el temor al S.S.21. que podría provocar mayores cambios en el valotaje.

Pese a todos los pronósticos de la izquierda chilena y a la convicción de la candidata socialista, Michelle Bachelet, de ganar en una primera vuelta las elecciones presidenciales de su país, ella  no pudo lograr ese triunfo y deberá competir el próximo domingo 15 de diciembre, en una segunda vuelta, con la postulante de la derecha, Evelyn Matthei. 
Empero, pese a todas los augurios optimistas de los nuevos aliados que ha adquirido la candidata para enfrentar esta pasada campaña, y que dan por descontada su victoria en esta segunda vuelta, paradójicamente son estas nuevas alianzas las que podrían alejarla de una cómoda victoria. La presencia del partido comunista, que de brazo con el partido socialista, reeditarían la Unidad Popular que encumbró a Salvador Allende y condujo a su gobierno hacia la inflación, el desabastecimiento, las violaciones a la Constitución y la injerencia castrista, esta vez la llevarían a transitar por la misma vía de los países de la ALBA, lo que añade a su cruzada graves sospechas de un quiebre de la institucionalidad republicana y del modelo económico que tanto éxito ha demostrado Chile.

Es lamentable, pero los pueblos que carecen de memoria suelen incurrir en los mismos errores que los llevaron a la ruina, baste ver el caso argentino, donde hace más de medio siglo se repiten con una pertinacia intolerable y en una suerte de sorprendente Déjávu, las causas que frenaron su desarrollo y su carrera hacia el liderazgo de América Latina.

En el caso chileno, de la misma forma como Manuel Zelaya hizo en Honduras, Bachelet anuncia la convocatoria a una Asamblea Constituyente, en una clara amenaza a las Fuerzas Armadas que con la actual Constitución gozan de prebendas que hicieron posible su apoyo irrestricto al equilibrio democrático que vive ese país desde hace más de dos décadas. Entretanto, todos vemos estupefactos como Chile se vuelve a embarcar en el Titanic del socialismo del siglo XXI, como si la tragedia venezolana no les infundiese ningún temor. Sin embargo, no debemos olvidar que ese 50% que se abstuvo de votar en la primera vuelta, podría constituirse en el factor decisivo que decida revertir el salto al abismo.

En lo que a las relaciones de Bachelet con Bolivia se refiere, es necesario que los incautos que piensan que su presencia en La Moneda se traduciría en nuestra salida al mar, es una quimera inalcanzable ya que si eso más suma a sus reformas, los militares y en especial los de la Marina,  no solo la depondrán, sino que la hundirán al igual que a Allende.

Desde ya, su precaria victoria no le ha dado a Bachelet una cómoda mayoría en el Congreso, que le permita realizar las reformas que ha anunciado. Los militares parlamentarios que la actual Constitución reconoce, son precisamente una suerte de cancerberos amarrados allí por sus mandantes para afianzar su presencia en el acontecer político de la República; salvaguardar las gabelas que la ley chilena les confiere en los ingresos del cobre y, porque no, el de evitar o no, la vuelta de Pinochet en una segunda vuelta.  

martes, 19 de noviembre de 2013



Será que Chile continuará con la burla?
hay sectores masistas que adelantan que Bachelet nos dará el mar!!!
puro cuento. porque la negativa será aún más contundente


En el 2005, cuando Evo Morales ganó la presidencia con el 54 por ciento de los votos, el Gobierno chileno decidió arremeter con una política agresiva para liquidar para siempre el tema marítimo. La premisa era que por fin había llegado a Bolivia un líder con la legitimidad suficiente como para entablar una negociación que llegue a un acuerdo, aunque obviamente, la soberanía sobre el Pacífico nunca estuvo en discusión. 

Se supo, por boca del propio Evo Morales, que Michelle Bachelet le estaba por hacer un ofrecimiento que iba a ser muy bien camuflado y vendido como si se tratara de un retorno al mar. La infidencia sonó muy mal en Chile y para cuando Sebastián Piñera había tomado el poder, todo aquello, lo del diálogo y la agenda de 13 puntos, fue calificado como un engaño por la diplomacia boliviana. Luego retornaron los reclamos y el planteamiento de una demanda ante la Corte de La Haya. 

Resulta que Bachelet está de vuelta y retorna con una legitimidad aún mayor al poder. Acaba de ganar con casi un 47 por ciento y la segunda vuelta es un mero trámite burocrático. ¿No es el momento de que Bolivia aproveche a su favor el gran peso de la izquierdista Bachelet? Pero el objetivo chileno es otro y es que el Gobierno retorne al silencio y la complacencia. Clarito va a ser. (Bajo el Penoco. El Dia, SC)