La semana que pasó registró una noticia sobre la que no fueron muchos los que se enteraron. Los cancilleres de Brasil y Paraguay anunciaron el fortalecimiento de las relaciones bilaterales con un hecho físico concreto: construcción de un puente que empalmará al vecino oriental con Iquique y Antofagasta, a través de la carretera interoceánica que recorre Brasil, Paraguay, Argentina y llega a Chile. El empalme permitirá atravesar el Chaco paraguayo y desembocar en Iquique.
El puente sobre el rio Paraná, cuya construcción costará 27 millones de dólares, unirá Porto Murtinho, en Brasil, con Carmelo Peralta, en Paraguay, que tendrá su territorio occidental vinculado con una red interior moderna de carreteras. La obra estaría concluida a fines del próximo año.
El anuncio vino de los cancilleres de los dos países, José Serra y Eladio Loizaga, en una ceremonia llena de significado. El diplomático brasileño subrayó que su colega paraguayo era el primero en visitar Brasil de manera oficial bajo el gobierno temporal de Michel Temer y que, para Brasil, las relaciones con su vecino eran ¨centrales¨. En Paraguay viven 300.000 brasileños, un 5% de su población de 6,9 millones, y las relaciones económicas bilaterales siempre han sido fuertes. En ese marco se inscribe el apoyo brasileño al desarrollo de su vecino, cuya expresión más notable es la presa hidroeléctrica de Itaipú, la mayor fuente de ingresos de Paraguay y la principal proveedora de energía para Brasil.
¨Vamos a avanzar en otras iniciativas, incluso en el potencial hídrico¨, anunció Serra en la ceremonia, al señalar que el empeño de los dos países tendrá respaldo de Argentina, con el que quedaría ensamblado un bloque económico sur-atlántico. La ruta acuática ¨pasa por un puntito de Bolivia, en Puerto Suárez¨, dijo y al estar concluida será la hidrovía con mayor potencial económico del mundo.
Brasil es ahora el segundo mayor inversionista en Paraguay. Al ritmo en que los dos países han retomado sus relaciones, pronto será el primero. Ambos lucen en sintonía para facilitar el comercio de Mercosur con los demás grupos mundiales, en particular con la Unión Europea y la Alianza del Pacífico (México, Colombia, Perú y Chile).
Las coincidencias Brasil-Paraguay van mucho más allá. Los cancilleres anunciaron que se sus países se empeñarán a fondo para combatir el contrabando de mercaderías y el tráfico de armas y de drogas. Ahí surge el ¨factor Bolivia¨ pues en Chile, dijo Serra, se origina parte del contrabando comercial que ingresa a Brasil y que también pasa por Bolivia.
No es nueva la posición de Serra contra el tráfico de drogas. Cuando hace cinco años fue candidato a la Presidencia criticó con dureza el financiamiento que el Banco de Desarrollo Económico y Social de Brasil había comprometido a la carretera que iba a atravesar el Tipnis. La llamó ¨ruta transcocalera¨ que facilitaría el ingreso de drogas a Brasil. Días atrás, tras asumir la cancillería, rechazó de plano las afirmaciones de los países ¨bolivarianos¨ que, dijo, censuraban la elección de Michel Temer para substituir a Dilma Rousseff sin conocer las normas brasileñas. Con eso, las relaciones de Bolivia y Brasil volvieron a descender cerca del nivel de congelamiento.
La disposición de Brasil por impulsar a su vecino Paraguay es como una bola de billar que toca varios puntos antes de alcanzar la carambola. Muestra a Bolivia y otros países ¨lo que puede ser¨ en materia de cooperación. De recoveco, da impulso a la corriente de Mauricio Macri en Argentina que ha dado señales de aproximación a la Alianza del Pacífico, criticada por las máximas autoridades bolivianas y, está claro, por las de Venezuela. Ésta ingresó a Mercosur cuando Paraguay fue suspendido y cesó la oposición institucional a que Hugo Chávez incorporase a su país al grupo.
La gestión de Serra ha cumplido apenas un mes y las cancillerías de la región notan el cambio respecto a los tiempos de Lula y Dilma Rousseff.