Las cumbres
La mejor estrategia de Bolivia en las cumbres internacionales siempre ha sido pasar desapercibida o cuando mucho, lanzar el burocrático y cansino lloriqueo por el mar perdido en 1879, estrategia que fue interrumpida en los primeros cinco años de Gobierno de Evo Morales.
Siguiendo el sendero del chavismo, Bolivia optó desde el 2006 la táctica del griterío, las poses y las afrentas antiimperialistas como manera de llamar la atención del mundo, fórmula que funcionó al principio, como todo show, pero que ha comenzado a caer en el vacío (a veces con tintes de ridiculez) por la falta de contenido. Prueba de ellos son las sendas palizas diplomáticas que han tenido que soportar nuestros representantes en varias citas, entre ellas la de Cancún y la de San Salvador, sin mencionar el bochorno que nos tocó de vivir de anfitriones en Tiquipaya con la cumbre sobre el cambio climático.
Ni siquiera la localía ha sido ventaja para Bolivia para dignificar su papel en el contexto internacional, de tal manera que le permita hacerse escuchar en sus demandas y planteamientos. En 1979, cuando La Paz fue la sede de la asamblea general de la OEA, el organismo emitió una resolución que declaraba un asunto de “interés hemisférico” a la demanda marítima boliviana, espaldarazo diplomático que fue oscurecido por un golpe de estado que obligó a los embajadores americanos a escapar despavoridos, dejando una estela de asombro por lo sucedido.
Aquella resolución pasó prácticamente al olvido y nadie, ni siquiera Bolivia, hizo lo necesario para hacerla cumplir.
Estamos ante las puertas de una nueva cumbre de la OEA y será Bolivia la anfitriona en la localidad de Tiquipaya, los días 3, 4 y 5 de junio. La diplomacia nacional da por descontado que la cita se convertirá en la plataforma de lanzamiento de la nuestra estrategia en su histórica demanda marítima. Hasta el momento, sin embargo, es una incógnita la ruta que seguirá la Cancillería después de las fallidas amenazas de iniciar un juicio internacional que provocaron la interrupción el diálogo con Chile. Se han creado reparticiones oficiales para hacerse cargo de las acciones relacionadas con el asunto marítimo, pero nadie conoce sus avances. Con esos antecedentes el país no conseguirá más de lo que ha logrado en las últimas cumbres internacionales, que prácticamente ignoraron el reclamo boliviano. No cabe duda que hoy se corre el mismo riesgo, no sólo por la falta de consistencia de los planteamientos, sino porque hay otros temas que compiten, como la demanda argentina por las Islas Malvinas, la guerra contra el narcotráfico y la economía.
La amenaza más significativa contra las pretensiones bolivianas viene por el lado de Chile, un país que suele estudiar muy bien cada paso que da en las cumbres internacionales. Desde hace meses, el personal de la Cancillería chilena ha estado haciendo lobby con los países miembros de la OEA para conseguir que el organismo se mantenga al margen del diferendo marítimo, al que considera un asunto bilateral, posición que durante varios años también estuvo sosteniendo el Gobierno de Evo Morales. Nada menos que el secretario general del organismo, José Miguel Insulza, ya adelantó que la demanda boliviana volverá caer en saco roto.
Estamos ante las puertas de una nueva cumbre de la OEA y será Bolivia la anfitriona en la localidad de Tiquipaya, los días 3, 4 y 5 de junio. La diplomacia nacional da por descontado que la cita se convertirá en la plataforma de lanzamiento de la nuestra estrategia en su histórica demanda marítima.
Siguiendo el sendero del chavismo, Bolivia optó desde el 2006 la táctica del griterío, las poses y las afrentas antiimperialistas como manera de llamar la atención del mundo, fórmula que funcionó al principio, como todo show, pero que ha comenzado a caer en el vacío (a veces con tintes de ridiculez) por la falta de contenido. Prueba de ellos son las sendas palizas diplomáticas que han tenido que soportar nuestros representantes en varias citas, entre ellas la de Cancún y la de San Salvador, sin mencionar el bochorno que nos tocó de vivir de anfitriones en Tiquipaya con la cumbre sobre el cambio climático.
Ni siquiera la localía ha sido ventaja para Bolivia para dignificar su papel en el contexto internacional, de tal manera que le permita hacerse escuchar en sus demandas y planteamientos. En 1979, cuando La Paz fue la sede de la asamblea general de la OEA, el organismo emitió una resolución que declaraba un asunto de “interés hemisférico” a la demanda marítima boliviana, espaldarazo diplomático que fue oscurecido por un golpe de estado que obligó a los embajadores americanos a escapar despavoridos, dejando una estela de asombro por lo sucedido.
Aquella resolución pasó prácticamente al olvido y nadie, ni siquiera Bolivia, hizo lo necesario para hacerla cumplir.
Estamos ante las puertas de una nueva cumbre de la OEA y será Bolivia la anfitriona en la localidad de Tiquipaya, los días 3, 4 y 5 de junio. La diplomacia nacional da por descontado que la cita se convertirá en la plataforma de lanzamiento de la nuestra estrategia en su histórica demanda marítima. Hasta el momento, sin embargo, es una incógnita la ruta que seguirá la Cancillería después de las fallidas amenazas de iniciar un juicio internacional que provocaron la interrupción el diálogo con Chile. Se han creado reparticiones oficiales para hacerse cargo de las acciones relacionadas con el asunto marítimo, pero nadie conoce sus avances. Con esos antecedentes el país no conseguirá más de lo que ha logrado en las últimas cumbres internacionales, que prácticamente ignoraron el reclamo boliviano. No cabe duda que hoy se corre el mismo riesgo, no sólo por la falta de consistencia de los planteamientos, sino porque hay otros temas que compiten, como la demanda argentina por las Islas Malvinas, la guerra contra el narcotráfico y la economía.
La amenaza más significativa contra las pretensiones bolivianas viene por el lado de Chile, un país que suele estudiar muy bien cada paso que da en las cumbres internacionales. Desde hace meses, el personal de la Cancillería chilena ha estado haciendo lobby con los países miembros de la OEA para conseguir que el organismo se mantenga al margen del diferendo marítimo, al que considera un asunto bilateral, posición que durante varios años también estuvo sosteniendo el Gobierno de Evo Morales. Nada menos que el secretario general del organismo, José Miguel Insulza, ya adelantó que la demanda boliviana volverá caer en saco roto.
Estamos ante las puertas de una nueva cumbre de la OEA y será Bolivia la anfitriona en la localidad de Tiquipaya, los días 3, 4 y 5 de junio. La diplomacia nacional da por descontado que la cita se convertirá en la plataforma de lanzamiento de la nuestra estrategia en su histórica demanda marítima.