Siendo un tema tan importante para la sensibilidad colectiva, bueno sería que el Gobierno comparta con la ciudadanía los criterios que guían su política exterior
El presidente del Estado ha participado en los actos centrales de la conmemoración del bicentenario de Chile. Además, se han trasladado efectivos del Regimiento Colorados a Santiago con este mismo fin. Y ello, sin que aún se hayan repuesto las relaciones diplomáticas entre ambos países.
Se trata, sin duda, de iniciativas que provocan en el país –y en no pocas ocasiones en el mismo Chile– reacciones dado el enclaustramiento boliviano por la Guerra del Pacífico, en la que el país perdió su salida al mar y lo que los entendidos denominan “cualidad marítima”. Para unos, todo es positivo porque se trata de acciones que acercarían a Bolivia al mar. Para otros, en cambio, se trata de iniciativas peligrosas; peor aún si consideran que los gobernantes chilenos sólo se aprovechan de nuestras muestras de buena fe.
Es precisamente por esta polarización que los sucesivos Gobiernos han manejado siempre con pinzas las relaciones con Chile y porque de sus resultados dependerá en mucho su reproducción en el poder, mientras que si fracasan comienza un proceso de deslegitimación de las autoridades circunstanciales.
El Gobierno boliviano, en líneas generales, ha profundizado una política de acercamiento a Chile desde 2006, incluso sin consideraciones de carácter ideológico (como ha sucedido, por ejemplo, con las relaciones con otros países), política impulsada, por lo demás, desde la recuperación democrática en ambos países, salvo en un corto interregno entre 2003 y 2005, tiempo en el que se volvió a privilegiar, casi con exclusividad, las relaciones con Perú, el tercer actor fundamental para alguna vez poder contar con una salida soberana al mar.
En este contexto, no resulta extraña la presencia del presidente del Estado ni la del regimiento escolta presidencial en los festejos chilenos. Es más, se puede presumir que se trata de una consecuencia lógica de los distintos encuentros bilaterales que las autoridades de segundo y tercer nivel de ambos países han sostenido en los últimos tiempos.
Sobre la base de esos antecedentes, se puede afirmar que lo importante no es reflexionar tanto sobre la presencia del presidente Morales y de los efectivos del Regimiento Colorados en Santiago, sino a qué estrategia responde el mensaje que se emite con estos actos para alcanzar el objetivo central de cualquier relación con Chile desde 1879: recuperar una salida al mar.
De ahí que se debe sugerir al Órgano Ejecutivo, encargado de las relaciones exteriores, compartir con la ciudadanía su visión de las negociaciones con Chile para así crear las bases que impulsen y sostengan los costos políticos que conllevan acciones de esta naturaleza. Más aún sabiendo que mantener un secretismo sin sustento sólo aumenta las susceptibilidades que obstaculizan a que se genere comprensión y, sobre todo, adhesión a lo que se hace.
En resumen, lo importante será el resultado que se obtendrá de estas negociaciones; que éste no será obra de la casualidad ni de lo avatares, sino de una metodología de trabajo rigurosa y profesional. De esta manera, si es parte de ésta, habrá valido el esfuerzo desplegado para que el Presidente y el Regimiento Colorados vayan a Santiago en ocasión de su bicentenario.