La diplomacia boliviana ha dado una excelente señal al designar al expresidente Eduardo Rodríguez Veltzé para representar al Estado boliviano en las virtuales acciones judiciales que se puedan encarar ante las instancias internacionales en torno a la demanda marítima. Decimos “virtuales acciones” porque lamentablemente nada está claro; no se sabe si es posible recurrir a La Haya, no hay certeza de qué es lo que se puede pedir y obviamente ni siquiera existe un planteamiento concreto sobre el que se pueda comenzar a trabajar, mientras que Chile parece tener el panorama muy transparente y de ahí que se aferra con uñas y dientes al famoso Tratado de 1904.
La primera recomendación de Rodríguez Veltzé ha sido “paciencia”, lo que equivale a terminar con el enguerrillamiento frente a Chile, pues alzar las voces, insultar y generar ventarrones no conduce a nada y en todo caso, le da muchos argumentos a los vecinos para recurrir a amenazas inadmisibles.
El segundo paso ha sido adoptar a una vieja estrategia de “recostarse” hacia Perú con el objetivo supuesto de generar incomodidad en Chile. Se envía al canciller en misión urgente a Lima, se habla de cambiar de puertos, de usar la hidrovía Paraguay-Paraná y de revivir el proyecto Ilo, algo tantas veces escuchado. ¿Esta vez va en serio? ¿Y si retorna la socialista Michelle Bachelet al poder en Santiago seguirá la misma “política de Estado”? O es que lo de ahora surge de una manipulación que viene desde La Habana, con una fuerte intervención de Fidel Castro, como lo señala un análisis recientemente publicado en Paraguay.
El otro tema urticante de la diplomacia boliviana se presenta con Brasil. El caso del senador Róger Pinto comienza a rebalsar la paciencia del Gobierno de Dilma Rousseff, sobre todo porque existe la sospecha de que el régimen boliviano pretende utilizar como rehenes de canje a los doce hinchas del club Corinthians que se encuentran detenidos en Oruro, acusados de un homicidio que ha confesado un joven en Brasil. Sería intolerable que esto ocurra y que se busque también presionar con estos métodos para que Brasilia afloje el torniquete de la lucha contra el narcotráfico. El ex presidente Lula ha anunciado su visita al país para hablar de estos temas, algo que no deja de preocupar, pues con esto se pronuncia el distanciamiento entre Evo y Dilma, mandataria que se ha negado a visitar Bolivia desde que asumió el poder.
Brasil no es un país con el que podamos “jalar la pita” (palabras de Alan García hacia Evo Morales) de esa manera. Se trata de uno de nuestros principales socios comerciales, la nación de la que depende en gran parte nuestro futuro y nuestro desarrollo y la que contempla con mucha paciencia cómo la droga boliviana invade las ciudades brasileñas.
Y si hablamos de los bretes diplomáticos, no se puede dejar de mencionar el que se avecina con aquellos países que han estado reclamando el esclarecimiento de la “matanza” del hotel Las Américas que está por cumplir cuatro años este 16 de abril. Irlanda y Hungría han levantado sus voces de protesta y lo harán con mayor fuerza después de que se confirmaran las evidencias de que todo ha sido un burdo montaje. Mucho peor, cuando el ministro de Gobierno afirma que aquel operativo en el que hubo ajusticiamiento es un detalle menor del “caso terrorismo”.
La primera recomendación de Rodríguez Veltzé ha sido “paciencia”, lo que equivale a terminar con el enguerrillamiento frente a Chile, pues alzar las voces, insultar y generar ventarrones no conduce a nada y en todo caso, le da muchos argumentos a los vecinos para recurrir a amenazas inadmisibles.
El segundo paso ha sido adoptar a una vieja estrategia de “recostarse” hacia Perú con el objetivo supuesto de generar incomodidad en Chile. Se envía al canciller en misión urgente a Lima, se habla de cambiar de puertos, de usar la hidrovía Paraguay-Paraná y de revivir el proyecto Ilo, algo tantas veces escuchado. ¿Esta vez va en serio? ¿Y si retorna la socialista Michelle Bachelet al poder en Santiago seguirá la misma “política de Estado”? O es que lo de ahora surge de una manipulación que viene desde La Habana, con una fuerte intervención de Fidel Castro, como lo señala un análisis recientemente publicado en Paraguay.
El otro tema urticante de la diplomacia boliviana se presenta con Brasil. El caso del senador Róger Pinto comienza a rebalsar la paciencia del Gobierno de Dilma Rousseff, sobre todo porque existe la sospecha de que el régimen boliviano pretende utilizar como rehenes de canje a los doce hinchas del club Corinthians que se encuentran detenidos en Oruro, acusados de un homicidio que ha confesado un joven en Brasil. Sería intolerable que esto ocurra y que se busque también presionar con estos métodos para que Brasilia afloje el torniquete de la lucha contra el narcotráfico. El ex presidente Lula ha anunciado su visita al país para hablar de estos temas, algo que no deja de preocupar, pues con esto se pronuncia el distanciamiento entre Evo y Dilma, mandataria que se ha negado a visitar Bolivia desde que asumió el poder.
Brasil no es un país con el que podamos “jalar la pita” (palabras de Alan García hacia Evo Morales) de esa manera. Se trata de uno de nuestros principales socios comerciales, la nación de la que depende en gran parte nuestro futuro y nuestro desarrollo y la que contempla con mucha paciencia cómo la droga boliviana invade las ciudades brasileñas.
Y si hablamos de los bretes diplomáticos, no se puede dejar de mencionar el que se avecina con aquellos países que han estado reclamando el esclarecimiento de la “matanza” del hotel Las Américas que está por cumplir cuatro años este 16 de abril. Irlanda y Hungría han levantado sus voces de protesta y lo harán con mayor fuerza después de que se confirmaran las evidencias de que todo ha sido un burdo montaje. Mucho peor, cuando el ministro de Gobierno afirma que aquel operativo en el que hubo ajusticiamiento es un detalle menor del “caso terrorismo”.
Bolivia se abre varios frentes que complican las relaciones exteriores. En Brasil comienzan a perder la paciencia en relación al caso del senador Pinto.