martes, 14 de febrero de 2017

de las verdades sobre el MAR, LT destaca. 1. es la única causa por la que todos los bolivianos estamos unidos. 2. recorrer por vias de entendimiento y diálogo sin provocar mayores ofensas entre Chile y Bolivia. 3. la usurpación persiste, los daños son irreparables y 4. evitar el lastre y la manipulación que hieren el sentimiento nacional.

El 14 de febrero de 1879, hace ya 138 años, comenzó a escribirse el capítulo más trágico y doloroso de la historia de Bolivia, que pese al tiempo transcurrido, se mantiene abierto, como abiertas están todavía las heridas que dejó la pérdida de nuestra costa marítima.

Durante las primeras horas de la madrugada de ese día, dos buques de guerra —el “Cochrane” y el “O’Higgins”— atracaron en el puerto de Antofagasta, donde se unieron al “Blanco Encalada”, otro buque blindado que ya estaba en el lugar. Las fuerzas invasoras desembarcaron y se apoderaron de la ciudad sin hallar ninguna resistencia, comenzando el peor despojo territorial sufrido por nuestro país. No fue sólo la salida al mar lo que se nos arrebató, sino un territorio que, aunque desértico, contenía enormes riquezas minerales.

Tantas que aún hoy son el principal pilar de la economía chilena.
Para tener una cabal idea de la magnitud económica de la usurpación del territorio del Litoral, basta ver que casi el 60 por ciento de las exportaciones chilenas proviene del que fue territorio boliviano y ahora constituye la segunda región chilena. Sólo el cobre representa actualmente el 57 por ciento de las exportaciones de ese país.

La pérdida de esos territorios y de la condición de país costero ha causado sin duda un perjuicio incuantificable a la economía nacional. Y a esa dimensión del daño deben añadirse los efectos traumáticos que la pérdida del Litoral tuvo y todavía tiene sobre el alma y la consciencia nacional. Un trauma que aún hoy deja sentir sus efectos perturbadores sobre la mentalidad colectiva y nos condena a hacer del victimismo un factor principal de nuestra identidad.

Así se explica en gran medida que la causa de la reivindicación marítima haya sido durante los últimos 138 años el principal, si no único, factor aglutinador de los pensamientos y voluntades de los bolivianos. Es la única causa alrededor de la que los demás motivos de discrepancia, con lo múltiples y diversos que son, quedan relegados a un plano secundario y dan por eso a quien la enarbola un capital político muy valioso y eficaz. Es, por consiguiente, un instrumento que fácilmente se puede prestar al uso indebido y, peor aún, al abuso.

Los daños causados por la usurpación que hoy se conmemora tienen pues una doble dimensión: la objetiva, plasmada principalmente en los perjuicios económicos, por una parte, y, por otra, la subjetiva, cuyas manifestaciones van desde el envenenamiento del alma de nuestros niños y jóvenes, desde los más básicos niveles de su formación, hasta la facilidad con que el tema se presta a manipulaciones políticas.

Para abordar el primer aspecto del problema, las experiencias acumuladas durante los últimos años enseñan que no hay mejor fórmula que un sano realismo que permita que la solución a nuestra demanda sea vista también en Chile como el inicio de una fructífera relación entre ambos pueblos. En lo que a su dimensión subjetiva, cultural y política se refiere, lo más conveniente es evitar que la causa marítima sea un lastre sobre la consciencia colectiva y, peor aún, un instrumento de manipulación.