viernes, 20 de diciembre de 2013

recomiendo lectura pausada y concentrada en el texto de Manfredo Kemppf. su bolivianidad trasciende cuando previene que SE se ubique, no se vaya la lengua en calificar a Chile de manera injerencista porque estará provocando una tormenta.

Guardar la proporciones es uno los aspectos que en la vida se deben respetar para evitar malos momentos y frustraciones. Quienes no guardan las proporciones creyéndose superdotados pueden darse de cara contra el muro. Los halagos desmedidos y el adulo meloso, provocan en algunas personas actitudes mesiánicas, porque creen lo que los zalameros o el vulgo les dicen. Eso es lo que lamentablemente sucede con S.E.
Son infinitas las citas que podríamos recordar de la desmesura con que S.E. se prodiga en el país. Páginas de anécdotas y declaraciones grabadas existen sobre la manera imperial con que el otrora humilde jovencito de Orinoca ha aprendido a mandar. Claro, ante los pusilánimes que abundan, y los adulones que pululan en torno al poder, S. E. hace gala del desprecio más grande por quienes antes temía. Se ha dado cuenta que, sin nadie que le haga sombra, sin nadie que se atreva a sugerirle prudencia, sin que nadie permita que tan siquiera se interrumpa su sueño pachacutista, puede hacer y deshacer a su gusto.
Eso, entre los bolivianos asustados y sumisos se está dando desde hace mucho tiempo. Ni los más pintados personajes del antiguo régimen se atreven con él. O el que se atreve recibe inmediatamente la citación de un fiscal. Pero donde S.E. se puede equivocar rotundamente es en no guardar las proporciones cuando trata con otras naciones, que, por lo demás, ya no creen en la plañidera historia del aborigen bondadoso y maltratado porque ya saben que detrás de esa careta está el rostro de la ambición desmedida.
Al margen de algunas lindezas que lanza periódicamente contra EE.UU. o que antes lanzó contra Perú, ahora preocupan las cosas que S.E. está hablando sobre la señora Bachelet y sobre las relaciones internacionales de Chile. No soy abogado de la señora Bachelet ni de su país (hemos visto que es muy peligroso que a alguien le endosen esa etiqueta), pero, desde luego, quiero que Bolivia, mi patria, no caiga en actitudes destempladas, que no aparezca como la suma de todos los absurdos, que no se vea a los bolivianos como a los grandes impertinentes.
S.E. ha reconocido, después de un lustro de despiste, que los chilenos le tomaron el pelo con eso de la Agenda de los 13 puntos y de la “confianza recíproca”. Un bello paquetito, bien presentado pero tramposo, donde se diluía hasta convertirse en nada la cuestión marítima. Fue una inesperada y refrescante tregua que tuvo la presidente Bachelet en el campo diplomático durante su gestión. Claro que S.E. no es hombre muy paciente y en cuanto se dio cuenta de la burla, por una torpeza del gobierno de Piñera (“nunca le daremos soberanía marítima a Bolivia”), pateó el tablero y del amor saltó directamente a los tribunales en demanda de divorcio, sin querer ni oír del menor avenimiento. Bien hasta ahí, aunque no estamos de acuerdo con lo de La Haya que no traerá sino previstas frustraciones.
Lo que no está bien es que, además de enviar mensajes descorteces a la candidata ganadora en Chile, preguntándose si será socialista o no, asunto que no le incumbe a él, quiera determinar cuál debiera ser la política exterior chilena en lo que hace a la integración. Si la impertinencia se la lanza en Shinahota, Chimoré, o Achacachi, el asunto no es tan grave, pero si S.E. se despacha tamaño despropósito en Venezuela, la cosa es distinta. Según la prensa nacional, fue en la Cumbre Extraordinaria de mandatarios del ALBA en Caracas, durante la semana que termina, donde S.E. lució sus talentos diplomáticos.
Dijo: “Si ella (Bachelet) sigue en la alianza del Pacífico, donde están los gobiernos pro imperialistas y pro capitalistas, no la voy a entender ni lo voy a aceptar”. Y: “yo dudo que sea socialista. Y acá (en Caracas) voy a hablar de frente, públicamente; si Bachelet sigue en la Alianza del Pacífico, quedará definido a quién corresponde, de dónde viene y qué quiere…Eso lo veremos oportunamente”. ¿Pero es posible? ¿No es una intromisión total en los asuntos de Chile lo que afirmó S.E.? ¿No es la impertinencia más atrevida en boca de un jefe de Estado? ¿Adónde hemos llegado en el campo diplomático? ¿Qué hace el Canciller que no le implora silencio a su jefe?
S.E.no sólo se arriesga a que Piñera le diga cuatro frescas por su imprudencia lo que ofendería también a Bolivia, sino que con lo que ha afirmado está dañando su relación con Perú, nuestro buen vecino, y con naciones tan importantes como México y Colombia. A los cuatro les dice que son pro capitalistas y pro imperialistas porque desean integrase comercialmente con China y las grandes economías asiáticas. ¿Quiere S.E. que Chile ingrese al ALBA y se vincule, como Bolivia, con las islas caribeñas y Venezuela? ¿Cree S.E. que una mentalidad ganadora y una economía próspera va a buscar a San Vicente y las Granadinas, Cuba, Barbuda, Dominica y Santa Lucía para hacer negocios? Además, por si S.E. no se ha enterado, Chile tiene la mejor relación bilateral con todos esos pequeños países caribeños, que lo apoyan en la OEA para desalentar nuestra demanda marítima. Eso, por si nos faltara algo.

domingo, 1 de diciembre de 2013

Los Tiempos puntual, como siempre en el tema marítimo, pide del Gobierno estrategia de negociación pragmática, seria, de largo aliento con Chile para llamar la atención del vecino en el marco de nuestra más que centenaria demanda.

Una impertinente declaración del Ministro de Relaciones Exteriores de Chile, en sentido de que ese país “no está dispuesto a regalar una parte de su territorio a Bolivia” para atender su demanda marítima, ha provocado que desde el país se le responda en forma contundente que Bolivia no exige ningún regalo, sino la devolución de una cualidad que se le arrebató mediante una guerra injusta.
No es difícil colegir que esa declaración es una muestra más de la errada administración de la política internacional de Chile que la ha conducido, como sostienen analistas chilenos, a un sostenido asilamiento de la comunidad subregional. Hay, salvo dentro del oficialismo, una percepción en el país vecino de que el Gobierno de Sebastián Piñera ha improvisado mucho en este campo, amparado en aquello de que en casos extremos todas las fuerzas cierran filas cuando se trata de asuntos internacionales.
Sin desconocer esa realidad, hay importantes señales en sentido de que la relación con Bolivia y su objetivo de buscar una solución de largo plazo a su demanda marítima ha salido de ese contexto de concertación. Si bien el tema no ha estado en la agenda de la campaña electoral –ni lo está en la que se desarrolla para la segunda vuelta–, han aparecido declaraciones de importantes personalidades en sentido de que una tarea a la que se debe dar prioridad en la gestión que con seguridad presidirá Michel Bachelet es a tratar de normalizar las relaciones con Bolivia.
No se trata de una cuestión de afecto o solidaridad, sino porque Chile requiere solucionar sus problemas con Bolivia y Perú si quiere consolidarse como una potencia regional, pues las permanentes tensiones con esas naciones se convierten en un ancla que le impide emerger como la potencia que quiere ser.
Ahora bien, el hecho de que muchos de los más lúcidos pensadores chilenos estén detrás de esa posición no significa que posesionada nuevamente la mandataria Bachelet las negociaciones con Bolivia irán sobre rieles como, en algunos momentos, parecerían pensar algunas de nuestras autoridades. Verdad de Perogrullo es sostener que el tema es tan complejo en Chile como lo es en el país y a la vez que hay consenso en que la gestión internacional de la administración Piñera ha sido mala, no queda muy atrás la percepción que se tiene de la actuación de nuestras propias autoridades que, por un lado, mucho improvisan cuando se refieren a las relaciones internacionales, y, por otro, pareciera que ven las relaciones con Chile como algo específico cuando lo que se requiere es dirigir la política internacional fundamentalmente alrededor de este tema, al que incluso se deben subordinar las afinidades ideológicas.
En este contexto, por donde se analice la segura reelección de Bachelet es una buena señal para el país, siempre y cuando también en Bolivia se diseñe una estrategia de acercamiento y negociación pragmática, seria y con visión de largo aliento. Sólo así podremos caminar hacia una posible atención a nuestra más que centenaria demanda marítima.